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viernes, 29 de marzo de 2024 00:00h.

¿Puede un autista derrumbar el imperio Facebook desde su dormitorio?

El juez Alistair McCreath, del Tribunal de la Corona en Southwark, miró al abogado de la acusación durante unos segundos y señalando a un joven de pelo negro con cara de despistado, expuso la pregunta: “Señor Patel, ¿podía esta persona haber derrumbado el imperio Facebook?”

El acusador, Sandip Patel, no lo dudó: “Potencialmente, sí, su señoría”.

Frente a ellos un joven de 26 años de pelo negro llamado Glenn Mangham. Un chico raro que no salía de casa y que desde su dormitorio entró en las entrañas de Facebook, rompió todos los sistemas de seguridad y robó los códigos secretos de la red social más poderosa del globo. Un autista, según Daily Mail.

El abogado de Glenn había expuesto que su defendido no era un ladrón sino un ‘hacker ético’. No lo hacía para ganar dinero, sino para demostrar las debilidades de Facebook.

El juez, Facebook, Scotland Yard y hasta el FBI lo veían de otro modo. Entre abril y mayo del año pasado, los ingenieros de Facebook en EEUU detectaron una intromisión de alguien en el corazón de sus sistemas más sensibles. Se dieron cuenta de que alguien desde la ciudad de York, en Gran Bretaña, se estaba descargando unos códigos secretos que le permitían acceder a toda la información de la red: más de 800 millones de personas al descubierto. ¿Y si esa persona ponía los datos a disposición de todos? Podía ser el fin del imperio, como decía el juez.

Imaginen lo que habría pasado: justo ahora que Facebook quiere salir a Bolsa y cuyo valor de mercado se estima que podría llegar a 100.000 millones de dólares, un autista roba toda la información crucial desde su cama, y la guarda en un disco duro cualquiera. ¿Creen que Facebook valdría esa cifra escandalosa? Se habría derrumbado antes de salir a los mercados.

Por eso se inició una investigación a la velocidad de la luz. Implicó al FBI y a Scotland Yard. Se inviertieron montones de dinero en la búsqueda hasta que dieron con el origen de este robo: un joven llamado Glenn Mangham, tímido, que apenas salía de su habitación y que sufría síndrome de Asperger, una variante del autismo que mezcla incapacidad para la relación social, pero una inteligencia fuera de lo normal: pueden recordar secuencias de miles de imágenes sin equivocarse, realizar complejas operaciones matemáticas instantáneas y sacan matrícula de honor en los estudios. Pero tienen dificultades para relacionarse con otras personas.

Gran paradoja: un chico incapaz de hacer relaciones robaba el código secreto de la mayor red social del planeta.

Estudiante de programación, y con un año menos que el fundador de Facebook, Mangham empezó su operación entrando en los servidores que contenían información sobre las pruebas a las que se someten quienes quieren trabajar en Facebook. No conforme con eso, Mangham introdujo sus propios programas en esos servidores.

Luego, puenteó los sistemas de seguridad y accedió a la cuenta personal del empleado Stefan Parker, del cual obtuvo sus claves de seguridad. Usando esas claves, penetró en el sistema central de correos electrónicos, y de allí en el llamado ‘phabricator server’, unos ordenadores que contienen la información fundamental de esta empresa de internet.

Es lo más valioso de Facebook, su ‘fórmula de Coca Cola’, su propiedad intelectual más preciada y secreta. En su defensa, Mangham dijo que sabía lo que estaba haciendo pero que lo hacía para que Facebook supiera dónde estaban los agujeros de seguridad.

“Mi idea era reunir esos fallos y enviarlos a Facebook para que supieran dónde estaban los errores”, dijo el joven Glenn al juez. El problema es que no lo hizo inmediatamente.

Facebook descubrió al hacker mientras hacía una revisión rutinaria de sus sistemas. Glenn no tuvo tiempo de borrar su pista digital, usaba el nombre de Rayo Gama, de modo que la policía le echó las zarpas.

Al final, este estudiante, autista, amante de las novelas de Conan Doyle, tendrá que pasar los próximos 8 meses en la cárcel. Facebook se ha gastado 200.000 dólares en la acusación.

El abogado defensor, sólo pudo decir al final. “Es como acusar a alguien de buscar las fuentes del Nilo y de encontrarlas”. Puede ser: pero en este caso, esas fuentes del Nilo tenían un valor incalculable, y el riesgo de revelarlas podía acabar con un imperio de 100.000 millones de dólares.