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viernes, 19 de abril de 2024 06:49h.

Dándonos Salud desde hace casi 500 años

Con motivo de las obras que se están acometiendo en la ermita de Las Nieves, la principal devoción del lugar, la Virgen de la Salud, se encuentra presidiendo el altar de la iglesia de La Asunción, parroquia matriz de San Sebastián de La Gomera.
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Ahí podemos ver a esta pequeña talla, de no más de 40 centímetros, con esa cara redondeada, con ojos almendrados y boca ligeramente entreabierta, con el Niño en brazos, juguetón, mientras con la mano izquierda porta una candela prendida. 

Iconográficamente corresponde a una Virgen de la Purificación o Candelaria. En el Antiguo Testamento se nos habla de la Ley que obligaba a la purificación tras el parto y la importancia concedida a la luz, que junto los orígenes paganos romanos de este culto, anunciaría el final del invierno, que ya se encontraba cerca. La cuestión es que con el paso de los siglos, la advocación cambió de Candelaria a Salud y, junto a otras imágenes de similar devoción, desapareció prácticamente del mapa de la religiosidad gomera quedando pocos ejemplos, destacando sin duda la patrona de Chipude, cuyo peso e importancia es indiscutible.

Volviendo a la imagen, se trata de una talla de origen flamenco, es decir, de los Países Bajos, específicamente de Malinas, una de las ciudades comerciales más importantes y activas de toda Europa entre el último tramo de la Baja Edad Media y los comienzos de la Edad Moderna y divulgadora de un tipo de imágenes conocidas como las Muñecas de Malinas. Este tipo de esculturas de pequeño formato, portátiles, donde la Virgen con el Niño forman un conjunto simpático y donde los volúmenes redondeados se revestían de una sugerente policromía, fueron muy importantes en su tiempo, teniendo su punto álgido entre los años 1490 y 1530. Principalmente estaban destinadas a los cultos y oratorios privados, de ahí sus dimensiones.

Es probable que, al igual que sucediera con la Virgen de Guadalupe, llegara desde Flandes gracias al floreciente intercambio comercial propiciado por el azúcar producido en los ingenios insulares o a través de Guillén Peraza como un encargo a algún intermediario. Sea como fuere, bajo la excesiva restauración llevada a cabo en 1984 y cuya policromía y dorados nos pueden impactar, se esconde una talla de un valor histórico y artístico incalculable, que podríamos datarla en la década de 1530 teniendo en cuenta la comparación con otras imágenes similares. Y es que esta pequeña talla que tiene su casa todo el año en Las Nieves lleva casi quinientos años entre nosotros dándonos Salud.

Pablo Jerez Sabater