Las despedidas son tan efímeras como dolorosas.
El otro día, reflexionando después de una despedida en el aeropuerto, caí en la cuenta de que vivimos en una despedida constante.
“Nunca es tarde cuando la dicha es buena”, un dicho tan común como erróneo.
Sí, cierto es que hay cosas que es preferible que sucedan tarde a que no sucedan nunca. A la vez hay otras que a lo mejor cuando llegan es demasiado tarde y ese dicho se sustituye por este otro: “El tren solo pasa una vez”.
Ayer, hoy, mañana. Esta última, la cual se pone en duda su existencia continuamente. Dicen que el mañana nunca muere. Será porque se cree que es tan ficticio como fraudulento.
El dolor puede darse de carácter sensorial o emocional. El sensorial es el que debo de decir que tengo el umbral bastante alto ya que ni lo siento, pero en este no me voy a basar hoy. Ésta reflexión va del emocional.
Cada paso que damos premeditado o no nos hace avanzar en cuanto a metas, sueños, sentimientos y valores se refiere. Vamos creciendo y nos marcamos objetivos para conseguir todo aquello que deseamos o soñamos. Algunos nos pareceran inalcanzables.
La vida está llena de encuentros fortuitos. Coincides en un momento y lugar determinado con gente especial: unos se quedarán a tu lado hasta la eternidad, otros pasarán de forma transitoria.