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viernes, 19 de abril de 2024 07:25h.

Gato por liebre (Por Braulio Antonio Garcia)

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Cuando su amiga Tere la inició en la cosa del Facebook, eligieron, para colgarla en su perfil, una foto que correspondía a una mujer discretamente atractiva, de no más de 35 años.

Estuvieron un buen rato buscando en Imágenes de Google, y al final se decantaron por la instantánea de aquella chica de amplia sonrisa y de rasgos que podían pasar por canarios.

A partir de ahí, obviamente, todo lo que expuso en su biografía fue impreciso o incierto. Alteró el orden de su nombre compuesto y como apellidos eligió los segundos de su madre y su padre, en ese orden; como lugar de residencia, la capital- una población con casi cuatrocientas mil habitantes, donde le sería fácil camuflar su nueva identidad-; como lugar de estudio colgó el típico tópico, LA UNIVERSIDAD DE LA VIDA; y, en vez de decir que estaba casada con Severino desde hace más de 40 años, eligió la opción que te da FB para dejar claro que estás "algo disponible": MANTIENE UNA RELACIÓN COMPLICADA -total, su marido era un "negao" para las computadoras y no se iba a enterar nunca-.

Por supuesto, también fue imprecisa en cuanto a la edad: no consignó la fecha completa de su nacimiento, como hacemos casi todos.

Desde entonces, desde hace casi tres años, su vida ha dado un giro de 180º. Se ha llegado a creer a píes juntillas, que es aquella desconocida mujer a la que robó su foto. Tiene una corte de admiradores, que compiten entre ellos en halagarla y piropearla desde que se hace presente y ha recibido multitud de invitaciones para salir de caballeros no sólo de su isla, algunos estaban dispuestos a trasladarse desde otras islas cercanas. Su secreto sólo lo conoce Tere, pero ella jamás se lo diría a nadie porque hizo exactamente lo mismo, sólo que mucho tiempo antes… así que ambas se guardan las espaldas.

Un día quedó con un hombre de cuarenta años, recién divorciado, pero, claro, la señora que acudió a la cita, nada tenía que ver con la joven mujer que causaba estragos entre sus admiradores de la red: La que acudió a la cita fue Siona -o Sionita, como la llamaban en el pueblo-. Una mujer de casi sesenta años, algo fondona y rechoncha, de ojitos porcinos y mofletuda. Sus labios, nerviosos y ávidos, la delataban como una golosa compulsiva -a pesar de que en el último análisis que le mandó hacerse su médico de cabecera del seguro, el índice de glucemia empezaba a ser preocupante-.

Siona llegó con bastante anticipación a la hora de la cita y se sentó en una mesita desde donde podía controlar todo el movimiento de la cafetería- dulcería donde habían quedado. Pidió un cafe con leche, "con sacarina, por favor", pero luego se acercó al mostrador climatizado, donde se exponía la tentación en forma de sugerentes pasteles, y eligió un "milonja" (Mil Hojas).

Cinco minutos después de la hora prevista apareció un tipo alto que vestía de la forma que su adorador de FB le había prometido: Pantalón vaquero azul- lavado, mocasines sin calcetines, y un polo blanco con un cocodrilo verde a la altura de la tetilla izquierda. El hombre llegó casi jadeando.No era feo. Tampoco ganaría el Mister España, pero tenía facciones agradables. Siona, comprobó que estaba un poco "descapotable"- tenía unas entradas grandes y también le empezaba a clarear el pelo por la coronilla- pero se veía fuerte y aseado. Le hubiera gustado estar cerca para oler su perfume, pero, de momento, se contentaba con observarlo a gusto desde su cómodo anonimato, mientras daba cuenta, parsimoniosamente, de su pastel.El tipo pidió un "leche y leche" descafeinado y una botella de agua bien fría.

A medida que pasaba el tiempo el hombre se fue poniendo más y más nervioso. Miraba el reloj continuamente y taladraba con la mirada a cualquier mujer joven que traspasaba la puerta del concurrido negocio.Siona, fingiendo ir al baño, tuvo la osadía de pasar a su lado. La colonía que usaba aquel manojo de nervios era cara, probablemente era cierto que era funcionario público con oposición, tal como le aseguró en uno de sus primeros contactos en privado, pues tenía unas manos no muy trabajadas.Él, al advertir que alguien se acercaba a la mesa, levanto la cabeza y la miró, Siona, a pesar de la decepción que se dibujó en el rostro de aquel hombre, lo miró intensamente... Él desvió la mirada con cierto fastidio. Cuando volvió del baño, la falsaria tomó el teléfono, entró en FB y escribió:

- Lo siento mucho, Javier no me siento "capas" de ir a la "sita" no me atrevo a faltarle el respeto a mi marido a pesar de las veces que "el" me lo "a" faltado a "mi" espero que puedas perdonarme me siento culpable por "abete" "echo" "benir" del sur mejor dejamos de escribirnos en "pribado" creo que me estoy enamorando de ti TÚ ME HAS DEVUELTO LA ILUSIÓN DE VIVIR, PERO LO NUESTRO NO PUEDE SER, MI MARIDO NUNCA LO PERMITIRÍA, ASEGURA QUE SI NO SOY DE ÉL, NO SERÉ DE NADIE… Y LO CREO MUY CAPAZ DE LLEVAR A CABO SUS AMENAZAS".

Ésta última frase la había copiado, minuciosamente, con acentos y todo, de un papel que extrajo de su cartera de mano. Era de una vieja novela de Corín Tellado, a las que era muy aficionada.
Cuando Javier sintió la discreta alarma que le indicaba que le acababa de entrar un mensaje, sacó raudamente el teléfono del bolsillo derecho de su pantalón y, después de leer, moviendo la cabeza como con pesar, el mensaje entrante, se puso a escribir con mucha destreza:

- Te entiendo amor, tómate el tiempo que quieras, pero, por favor, no me quites nuestros ratos en privado, ya no podría vivir sin ellos. Esperaré a que tú te sientas finalmente dispuesta. A mí no me paran las bravatas de ese energúmeno, si un día te decides, siempre estaré a tu lado para defenderte de él. Te quiero.
Después de que Javier, apesadumbrado, abandonara el negocio, Siona pidió la cuenta y, de paso, a la gentil camarera le rogó que le prepararan un paquetito con cuatro "milonjas" más…Cuando salió a la calle recibió una desagradable bofetada de calor y de humo y, muy diligentemente, eligiendo la acera con más sombra, se dirigió, con una satisfecha media sonrisa dibujada en sus glotones labios, hacia la parada de la guagua que la devolvería a su pueblo.

Cuando Siona sentía cerrarse la puerta de la calle detrás de las espaldas de Severiano, se acercaba al zaguán y ponía la tranca de hierro para asegurarse de que nadie pudiera irrumpir en su casa y sorprenderla mientras disfrutaba de una conversación privada con algún amigo "íntimo" de FB.Su marido iba a estar hasta las 10:30 de la noche en el Hogar del Jubilado, entretenido en aquel eterno campeonato de dominó que disputaban con absoluta pasión de jovenzuelos.

Severino ya tenía casi 68 años, sufría de hipertensión y comenzaban a anudársele las manos, señal más que evidente de que la artritis se había hecho presente.Siempre fue un tipo de mucho carácter, amigo de acodarse en los mostradores de los bares y beber hasta la extenuación, pero nunca se propasó con ella… Salvo, claro, aquella vez que la vio bailando con un pariente lejano en una boda familiar. Seve se acercó, airado, a aquel desconocido, y lo noqueó de un sólo piñazo en el mentón. Luego la tomó a ella de un brazo y la sacó del banquete a empellones.

Cuando al día siguiente despertó, con la boca pastosa y un dolor de cabeza horrible, Siona no estaba en casa. Había recogido su ropa y la de Imelda, su única hija, que por entonces contaba tres años, y se había refugiado con la niña en casa de Paco, su hermano mayor.Seve apenas recordaba lo sucedido. Cuando tocó en la puerta de su cuñado, quien le abrió fue el tipo con quien bailaba su mujer, muertita de risa, la noche anterior. El hombre lucía un moretón enorme debajo de la barbilla y, cuando vio a Seve en la puerta, profirió una especie de alarido y corrió hacía el patio interior, lleno de macetas conteniendo todo tipo de plantas, mientras hacia sonar, escandalosamente, sus chancletas...

- ¡Pacoooo… Sionaaaa… aquí está el bestia de tu marido… yo creo que viene a rematarme!… ¡auxilioooo!
Mientras gritaba histérico, empezó a escalar, desmañadamente, por una escalera de madera que, apoyada en la pared, facilitaba el acceso a la azotea…Paco, un tipo doblado y algo más joven que Severino, le cortó el paso a su cuñado…

-¿Que coño quieres ahora?… ¿Te parece bonita la que armaste anoche en la boda de mi prima?… ¡Te escapaste porque yo ya me había ido!

Severino fijó sus ojos en Siona, que apareció, retadora, detrás de las anchas espaldas de su hermano…
-¿Qué pasó, Sioni?… yo no me acuerdo bien…-exclamó con voz angustiada, llena de culpabilidad asumida-
-¡No te acuerdas bien, coño,… pues mira como me dejaste la cara, matón de mierda!… - gritó el agredido desde la azotea-… ¿Por qué alguien no le dice a este energúmeno que yo soy un indefenso mariquita, coño... y que nunca su mujer estuvo en mejores manos que con este primo tercero, que vino de la capital a "pasarlo bien", en ¡PAZ Y ARMONÍA!, en la jodida boda de una pariente?
Severino empezó a recordar, confusamente, todo lo ocurrido…
-¿Entonces al que le pegué fue a éste maric…, digo, a éste muchacho?
- Sí, borrachuzo de mierda… al que le pusiste la cara como un pandero fue a mí… a un marica de toda la vida… ¡y a mucha honra, coño!… ¿Si tenías ganas de partirle la cara a alguien, por qué no te buscaste uno de tu tamaño, abusadorrrr?

Severino de pronto lo recordó todo: Había visto a su mujer riéndose como una loca en brazos de un tipo muy elegante, vestido con ropas "modernas", mientras evolucionaban por todo el adornado garaje de piso de cemento, y pensó que lo estaban dejando en ridículo delante de los invitados al ágape… Quien quiera que fuera aquel petimetre, él le iba a dejar claro que Siona era su mujer, se dijo mientras se separaba del improvisado bar con paso inseguro…En ese momento comprendió que la noche pasada había metido la pata hasta la güevera. Se le llenaron los ojos de lágrimas y comenzó a golpearse duramente la cabeza con ambos puños, sin decir palabra. Paco se abalanzó sobre él y a duras penas le pudo inmovilizar los brazos- no en vano había practicado lucha canaria por más de veinte años, Paco Sosa, el Pollo de La Mareta-.
Siona, impresionada por la intensidad de los golpes, también se abrazó a su marido mientras le decía sollozando:

-¿Ves lo que traen las copas, Severino?… tú te creíste que el pobre era un tipo que se estaba dando el lote conmigo… el pobrecito... ¡Encima que en carnavales un animal, que se dio cuenta que bailaba con un macho, le dio una tollina que lo dejó baldado, ahora vienes tú, y casi le rompes la mandíbula por bailar con una prima!… ¿No te da pena?… Ca´ uno es como es… y él no le hace daño a nadie, coño… es una de las mejores personas que yo he conocido en toda mi vida.
Seve había dejado de revolverse y, con la cabeza apoyada en el hombro de su cuñado, lloraba mansamente…
- Miguelín… baja, mi niño… él ya no te va a hacer ná… baja, querío… no tengas miedo. Él es un hombre noble, y reconoce sus errores… ¿Verdad, Seve?… Tienes que pedirle perdón a mi primo- reclamaba con dulzura Siona-.

Miguelín buscó la mirada de Paco y éste le hizo una señal de asentimiento. Cuando pisó el patio, aún atemorizado, Siona lo abrazó y lo empujó suavemente hacía Seve… Se dejó apretujar por su verdugo, pero aún no las tenía todas consigo...
- Perdóname, mano… no sé que me pasó, querío… las jodías copas- le dijo éste, mientras lo abrazaba contrito-.

En realidad, esa confusa noche, fue la única vez que Severiano Angulo maltrató a su mujer. No le llegó a pegar, pero las marcas de sus dedos en el brazo se mantuvieron por semanas, y en los oídos de Siona aún resuenan los terribles insultos que le fue dedicando camino de su casa.
Cuando, unos años después, Miguelín murió repentinamente de un ataque al corazón, a Seve lo tuvieron que sacar, casi desvanecido, del pequeño cementerio. Lloró como un niño durante todo el duelo y abrazó, hasta casi asfixiarlos, a cada uno de los amigos gays que vinieron a darle el último adiós al difunto.Después de aquel violento incidente de la boda, Severino, Siona y Miguelín se habían hecho inseparables, hasta el punto de que el primo lejano de su mujer pasaba largas temporadas en la casa del matrimonio. Imeldita lo adoraba porque la maquillaba, le pintaba las uñas y la peinaba hasta dejarla "Como una princesa"- según sus propias palabras-.

A las 10 de la noche Siona apagaba la computadora, le quitaba la tranca de hierro a la puerta y se ponía a preparar la cena, con la cabeza aún llena de las imágenes que le sugería la conversación, subida de tono, que acababa de sostener en Face Book.

Después de la muerte de MIguelín la vida se encargó de ir relativizándolo todo. Los años le quitan hierro a las ocasionales ofensas, a las heridas, a los infortunios y también difuminan los momentos más felices. Las cosas, los hechos, observándolos bajo el prisma del tiempo transcurrido, parecen otros.
La niña, Imeldita, se casó, muy bien casada, y ya les había dado un nieto, cuando a Severino le llegó la edad de la jubilación. Él había trabajado media vida en una cooperativa de productores de plátanos, como marcador de racimos, y esa labor, el andar de una finca a otra en una motilla Montesa del año de la pera, y patearse los cultivos, lo habían mantenido en buena forma, aunque ahora empezarán a parecer los síntomas lógicos del deterioro por la edad.

El "feisbú" llegó a la vida de Siona en el momento justo. Su antes ardorosa relación con Severino languidecía y ella encontró, en sus escarceos cibernéticas, un estímulo para la propia existencia, aunque estaba muy consciente de que si acudían como moscas a pedirle amistad, era porque había utilizado la foto de una desconocida joven de amplia sonrisa y ojos pícaros.Cuando accedía a pasar al privado con alguien, era frecuente que, después de algunos días, el nuevo amante le pidiera pasar a Skype o le demandara fotos actuales de cuerpo entero. Sioni siempre se disculpaba de la misma forma:
-"¿Esquipe… y eso qué es, mi niño?… si yo, a duras penas, entro en feisbu, "como" voy a saber de eso?…. No, tampoco se mandar fotos por el "telefono"… a ver si un "dia" me atrevo, quedamos, y "tu" me enseñas TODO, mi amorcito".

La mayoría de los enamorados desistían de su empeño y acababan marchándose, ante la imposibilidad de tener, por lo menos, alguna foto al completo, mejor en una pose sugerente, de aquella mujer tan esquiva. Eso de hacer el amor utilizando un teclado, era demasiado frustrante para ellos, necesitaban la voz y alguna imagen, aunque fuera congelada…Siona los echaba de menos por unos días, pero enseguida entraban nuevos amantes a su alcoba virtual.

Un día le pidió amistad un señor que, a juzgar por la foto de su perfil, tenía un excelente aspecto de galán de telenovela. En principio no confesaba el año de su nacimiento, pero, después de unos días de charla banal, le dijo que tenía 55, y que, aunque nunca se había casado, tenía un hijo, fruto de una relación esporádica con una extranjera. Que se sentía terriblemente solo y que, a estas alturas, pensaba que ya jamás podría tener una familia. Que había golfeado demasiado, y que ahora lo lamentaba con toda el alma. Decía llamarse Jesús.

Siona estaba intrigada con aquel hombre que admitía como le pesaba la soledad, a pesar de que, por lo visto, era un hombre de posibles y, por tanto, una pieza deseada por cualquier mujer en disposición de casarse. Según Jesús, era pre jubilado de banca, poseía casa propia, un buen coche, algunos ahorros en un banco en el país de la madre de su hijo, un apartamento en el Sur y un barquito de vela atracado en un pantalán de la capital... y, cuando ella dispusiera, podían verse en cualquier lugar y luego salir a navegar por unas horas… lejos de miradas indiscretas.

Eso fue lo que más le gustó. A ella le encantaban los barcos de vela, había estado varias veces en el Juan Sebastián El Cano, cuando pasaba por la isla para después dar el salto transoceánico. Por eso accedió a sus deseos, quería ver, desde su mesa distante, como ese lobo de mar, de rostro atezado por el sol y las brisas, se desesperaba por su ausencia: quedarían en la misma dulcería- cafetería que ella tantas veces había utilizado para citar a sus adoradores, y luego irían a "navegar" en su barco… jejeje.
Ya había perdido la cuenta de todos a los que citó en ese lugar. El que más la divirtió fue uno que, ante su ausencia, se sintió estafado y le mandó un SMS con un lacónico mensaje: ¡¡¡CACHO DE PUTA!!! El que más pena, uno que vino desde otra isla, o al menos eso le dijo, y, a pesar de todo, le aseguró que entendía que no se presentara, dada la delicada situación por la que pasaba… que no se preocupara y que él siempre estaría ahí, esperándola.

Siona llegó con bastante antelación al local, para situarse en la mesa de siempre, desde donde controlaba la entrada y todo el salón del atestado negocio. Ese día estaban a tope y su mesa habitual estaba ocupada. Se acercó a la camarera y le dijo:
-"Hola, niña… ¡que guapa estás hoy, bandia!… Oye, ¿falta mucho pa´que se larguen los que están en MI mesa?"
-"No, Sionita- ya todos la conocían por su nombre,- acaban de pedirme la cuenta… en cuanto se levanten, le limpio la mesita y … ¿le traigo lo de siempre?… café con leche, con sacarina y un milhojas fresquito, que acaba de llegar del repostero?".
-"Sí mi niña linda, eso mismito, gracias".

Cuando se fueron los que ocupaban SU mesa, Siona la tomó con la actitud de un general que recupera con sus huestes una plaza muy valiosa. Enseguida comprobó si su smart phone había captado la señal wifi del negocio, y se dispuso a esperar, pacientemente, mientras daba cuenta del cafe con leche y del delicioso pastel.

Cuando lo advirtió, ya pasaban 23 minutos de la hora prevista para su cita con Jesús…. y cuando el retraso fue ya de 45 minutos le mandó el siguiente mensaje:
- ESTOY UN POCO RETRASADA, DONDE ESTAS TU

Nada. A Jesús parecía habérselo tragado la tierra… Pero cuando el retraso fue de una hora y cuarto, pensó que a lo mejor, en ésta ocasión, ella había sido la burlada y que alguien, muy probablemente, la estaría observando desde alguna de las mesas ocupadas por una persona sola…

Había una, cercana, donde se sentaba un viejo de aspecto extranjero, que lucía un protector de nariz blanco en contraste con un enrojecido rostro; otra donde un joven chateaba furiosamente usando su teléfono de última generación; en otra había una señora, algo más joven que ella, leyendo una revista del corazón y, finalmente, al otro extremo del salón, estaba un hombre que llevaba leyendo el periódico toda la tarde… las demás mesas estaban ocupadas por más de una persona.

Siona ya iba a pedir la cuenta cuando sintió la alarma de su teléfono anunciándole que le entraba un nuevo mensaje. Nerviosa, activó el aparato, puso la clave y entró en su página de Face Book.
-ESTOY EN EL FONDO DEL LOCAL, EL TIPO CON EL PERIÓDICO
Siona, desalada, se giró, mirando sobre su hombro izquierdo, y comprobó, conteniendo un grito, como el rostro de Severino aparecía poco a poco detrás de la primera y la última página de aquel Canarias7 desplegado, que le había servido de camuflaje tantas veces.

Su marido se levantó y, mientras la señalaba, le dijo algo al camarero que atendía su mesa. Después se empezó a acercar. El corazón de Siona pugnaba por salirse de su pecho. Cuando llegó a su mesa, retiró una silla con parsimonia, se sentó exhalando un leve bufido y le dijo:
-Hola Sioni…- en su rostro había mucha emoción contenida- Desde que te vi cuchicheando con Tere, y me dijiste que te habías metido en feisbú, yo dejé el campeonato de dominó y me metí a aprender computadora en el mismo Club del Jubilado… Ahora, después de tres años, se puede decir que soy casi un experto…Te he seguido todas las veces que has bajado a la capital a verte con alguno… porque, cuando tú dormías yo me metía en la compu y leía todo lo escrito por ti y tus desconocidos amantes…

Sí, no te asombres: fue muy fácil conseguir tu clave... después de cuatro o cinco intentos, el nombre de tu nieto y su año de nacimiento, me abrieron las puertas de tu vida paralela, de tu Mundo Secreto.. .No creas que estoy enfadado contigo- hizo una pausa y resopló- Al fin y al cabo, tú sólo hacías el amor desde un jodido teclado, a falta de lo que ya no recibías cada noche en nuestra cama de matrimonio… y, cuando bajabas a verte con alguno de tus ligues, comprobé que siempre te contentabas con mirarlos rabiar o sufrir… ¿Cómo voy a estar enfadado contigo, si luego tenías el hermoso detalle de traerle a tu viejo amor un paquetito de milonjas?

Siona tenía los codos en la mesa y la cabeza, gacha, entre sus manos. En el cristal que protegía la superficie del sencillo mueble de cafetería, rebotaban los lagrimones que caían de sus ojos. No podía articular palabra. Sintió como su marido se levantaba de la silla que ocupaba y le ponía una mano suavemente en el hombro…
-Vamos pa´casa, quería… aún nos queda vida propia que vivir… yo, con mis pájaros y mi dominó… tú, con tus labores de puntocruz, tus novelas y tus meriendas de amigas…

Todavía nos queda mucho para disfrutar del nietillo, para malcriarlo, para verlo crecer… Mira, antes de bajar detrás de ti, subí a la azotea el monitor, el cuerpo y el teclado de la computadora, con sus cables correspondientes, lo rocié todo muy bien con gasolina, y le prendí fuego… Allí estarán todavía, y allí se quedarán, para recordarnos, por el resto de nuestra existencia, que lo que esos artefactos nos ofrecen, notiene nada que ver con la vida real. 

Braulio Antonio Garcia