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viernes, 29 de marzo de 2024 00:00h.

Juan de Mariana

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Recordará el lector que me siga desde aquel entonces, de mi primer artículo para esta sección de opinión, que he titulado “Desde mi ereta de Libertad” y que hablaba del pensamiento en economía y derecho que supuso la escuela de Salamanca y sus continuadores. 

Tecleo desde muy cerca de la calle de Relatores, en el madrileño barrio de las letras este artículo anunciado desde el primero del año pasado publicado en Gomera Actualidad. Este barrio que poco a poco se ha venido a convertir en el mío en mis visitas mensuales a Madrid, invita al recogimiento y al pensamiento que es el paso previo a escribir. Y lo hago consciente como soy de la obligación que he contraído con la difusión del pensamiento liberal. 

Recordará el lector que me siga desde aquel entonces, de mi primer artículo para esta sección de opinión, que he titulado “Desde mi ereta de Libertad” y que hablaba del pensamiento en economía y derecho que supuso la escuela de Salamanca y sus continuadores. 

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¿Quién fue y que supuso Juan de Mariana en su tiempo y para la actualidad en el pensamiento económico? 

Si les dijese que Juan de Mariana, estaba presente en las bibliotecas y mesillas de noche de los llamados padres fundadores, (founding fathers), de la democracia tal y como hoy la conocemos y de la independencia norteamericana, probablemente se sorprenderá más de uno, pero así fue. Por tanto, el primer pensamiento moderno sobre derechos fundamentales y derechos civiles, limitación del poder y democracia le debe a este jesuita todo y más, y no al pensamiento protestante como a algunos, y por algunos, les han hecho creer. 

Juan de Mariana, nace en Talavera de la Reina un 25 de septiembre de 1536 hijo del Deán de la colegiata del mismo lugar y de Bernardina Rodríguez, y este humilde origen ilegítimo le supondrá a lo largo de su vida muchas humillaciones que soportaría con estoicismo. 
A los diecisiete años marchó a estudiar Artes y Teología en Alcalá de Henares, rodeado de un ambiente, donde el Humanismo era lo que se respiraba. El mismo día que se matriculaba entraba en el noviciado de la Compañía de Jesús junto con Luis de Molina.

Bajo la tutela de San Francisco de Borja y profesó en 1554 en Simancas. Su formación sacerdotal la culminó en el colegio jesuita de Roma, donde a partir de 1561 fue uno de sus mejores profesores, contando entre sus alumnos al futuro cardenal Belarmino, quien a su vez sería protector de Francisco Suárez. Cuatro años más tarde marchó a Loreto y luego desempeño como profesor en Palermo, en Sicilia.

En 1569 fue a Paris, donde recibió el doctorado y permaneció enseñando Teología tomista en la Sorbona, sobre todo en Saint Barthélemy; allí asistió en 1572 a la matanza de San Bartolomé, en que fueron asesinados numerosos hugonotes. En 1574, aceptaron su dimisión de la cátedra por motivos de salud y regresó a España por Flandes. Se instaló en el Colegio de la Compañía en Toledo y en ese semiretiro se consagró a la redacción de sus libros. 

Prolífico autor de libros de Teología, Historia y Economía y Política, sus obras van desde encargos que tuvo que hacer informando sobre la presunta heterodoxia de los ocho volúmenes de la políglota “Biblia Regia”, cuya edición había dirigido en Amberes entre 1568 y 1572 el humanista Benito Arias Montano, y que le llevó dos años de estudio antes de darle su parecer favorable. 
Por entonces hizo también amistad con el también talaverano García Loaysa y Girón, quien habría de ser su discípulo, amigo y protector. Nombrado este último a mediados de los ochenta preceptor del príncipe Felipe, futuro Felipe III, y más tarde será nombrado incluso Arzobispo de Toledo. La gran reputación que tenía hizo que desde entonces se le encomendaran otros trabajos parecidos e igual de delicados, como la supervisión del “Manual para la Administración de los sacramentos”, la reelaboración de los concilios diocesanos de Toledo de 1582 y la redacción del “Índice expurgatorio” de 1584. 

Mientras realizaba estos encargos y una edición de las Obras del polígrafo visigodo Isidoro de Sevilla, se puso a redactar una monumental Historia de España en treinta libros que iba destinada a educar al príncipe y que comenzó a aparecer en Toledo en 1592 con el título de Historiae de rebus Hispaniae Libri XXX, cuya edición ampliada se editó en Maguncia en 1605. Entre tanto se imprimió en Toledo su propia traducción al Castellano con el título de “Historia general de España”. La obra abarca hasta la muerte de Fernando el Católico, porque según sus palabras, y ellas dan fe de la honradez intelectual de Juan de Mariana: “No me atreví a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulase” La independencia de juicio de sus escritos y su hipercriticismo le ocasionaron graves disgustos con el poder civil y eclesiástico, si bien fue molestado en dos ocasiones, que sepamos. 

En primer lugar por su “De rege et regis institutione”, (Toledo 1599), solemnemente quemado como subversivo por el parlamento de París tras el asesinato de Enrique IV de Francia, y que escribió a petición del preceptor de Felipe III de España, García Loaysa. Según estos acusadores, esta obra habría dado legitimidad al tiranicidio, ya que su doctrina fue relacionada con el anterior asesinato de Enrique III de Francia por Fray Jacobo Clemente en 1589, si bien Raivallac, el asesino de del rey francés Enrique IV de Francia, declaró no conocer el libro. Por otro lado la legitimación del tiranicidio no fue idea original de De Mariana, sino que ya estaba presente en los clásicos. Este tratado, escrito con el fin de contravenir el naturalismo político o maquiavelismo, como había hecho anteriormente Pedro de Rivadeneyra, expone en primer lugar cómo ha de ser una monarquía y los deberes del rey, que ha de subordinarse como cualquier vasallo a la ley moral y al estado, y después expone la educación del príncipe cristiano siguiendo de cerca las teorías de Erasmo de Rotterdam en su “Enchiridion”.

Propone como virtud cardinal de un monarca la prudencia, en su sentido aristotélico, y sobre todo ha de impedir que los impuestos asfixien a las clases productoras del país. Sigue a Tomas de Aquino en la teoría de la ejecución del Rey por el pueblo, si es un tirano. 
La finalidad de la obra es establecer límites claros al poder político fundándose en la tradición aristotélico-tomista, según la cual la sociedad es anterior al poder político y por lo tanto, aquella, puede recuperar sus poderes originales si el Gobierno no le es de utilidad. 

En consecuencia, en Mariana están presentes las ideas primigenias del liberalismo: Derechos y libertades individuales, impuestos siempre consentidos por las Cortes, (a pesar de su corrupción), que es como decir por el pueblo, y limitación del poder político. Además su oposición al protestantismo, y la defensa que hace de los principios liberales, se fundan en las más profundas raíces católicas. 

La segunda molestia que sufre Mariana le costó año y medio de cárcel, en 1607, y demuestra la integridad de su persona, porque vamos a ver que honradez no ha de tener un hombre que había sobrepasado los setenta años, y que ya venía de vuelta de todo después de haber escrito sobre lo divino y lo humano, para escribir “De monetae mutatione”, pequeño libro dentro de otro de siete libros, y en él se adelanta a los intentos del Duque de Lerma y valido del Rey de devaluar la moneda del Vellón, lo que venía a ser un anticipo de devaluar la moneda de los comerciantes que era la plata. En dicho tratado denuncia duramente el robo de aquellos gobernantes que usaban el recurso que hoy llamaríamos inflación para financiar los gastos del Estado.

Sostiene de Mariana, que devaluar, abajar, como se decía entonces o bastardear la moneda era una forma de robarle a los pobres, y efectivamente mediante tres métodos, bajar la mezcla de cobre, o de plata en las monedas, o subir el valor nominal, (teórico), alejándolo del valor real, inevitablemente conduce a la subida de los precios, es decir la inflación. Al igual que ahora en 2020, estamos ante el bastardeo de Galdós, del que se cumplen cien años de su muerte y todos absolutamente todos los partidos políticos quieren apropiarse indebidamente de Galdós, a Juan de Mariana se lo apropió uno que no le leyó y que fue Presidente de la primera república, y según algunos pionero del socialismo. Sin embargo la defensa de la propiedad privada que hace Juan de Mariana, frente a la usurpación real, entra de la lógica más rigurosa, porque como dice este buen jesuita: ¿Si ya es del monarca, por qué ha de ocuparla? 

Podríamos seguir escribiendo sobre las teorías fundadoras del liberalismo humanista y católico de Juan de Mariana, pero me temo que aburriría al desocupado lector. Baste con decir que de Mariana se adelantó en tres siglos al pensamiento económico liberal, y a pesar de que sus tratados de Historia fueron muy leídos en los siglos XVII y XVIII, pero su pensamiento económico y político permaneció olvidado por siglos, hasta que en el Siglo XX es recuperado a través de la Escuela de Economía de Viena, con Von Mises a su cabeza tal y como esbozamos en nuestro primer artículo de opinión. 

De Mariana tiene una estatua en la plaza que lleva su nombre en su localidad natal, y parece un pobre homenaje a un erudito humanista que sienta las bases de la economía de mercado, fija los límites morales y civiles del monarca, defiende la propiedad privada, los derechos fundamentales de la persona y la libertad de estas, hasta el límite de perder la suya. 

Este artículo cuya lectura espero sea del agrado de algunos, no es sino un pobre homenaje a un sabio olvidado que entregó a la humanidad todo su saber y que casi más importante, sentó las bases del desarrollo económico y el bienestar de los millones de personas que se han beneficiado de la libertad y la propiedad.