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jueves, 25 de abril de 2024 00:00h.

La castaña de Podemos

Ya se ha debatido y se ha analizado el derrumbe de Podemos el 26 j y su pérdida de más de un millón de votos. No he expresado mi opinión particular, bien por estar tan estupefacto como la mayoría de la gente o bien también por encontrarme ahora en los márgenes de la política, observando todo como espectador. 

 Tampoco creo que este análisis vaya a ninguna parte y lo hago por tanto como mero ejercicio de expiación, pero como hace poco más de un año mi cara circulaba por Canarias en carteles de Podemos algo debería aportar.

En ocasiones, la izquierda transformadora se mueve en la utopía; cosa que es positiva si se tiene como meta pero muy negativa si se confunde con la realidad. Confundir lo que se quiere llegar a ser, con lo que se es y encima actuar como tal, solamente puede conducir a darte un castañazo cuando aterrices. Podemos alentado por unas estadísticas engañosas y por poco olfato a la hora de detectar como respira el votante ( mucha red social y poca calle) ahí se retrocede.

Una cosa es manejar las redes sociales y otra diferente es que los ciudadanos metan la papeleta con tu logo en una urna. El mundo virtual se alimenta de zascas, de videos compartidos una y mil veces, de intervenciones brillantes... pero el mundo real va por otra parte; en el mundo real, en el de los ciudadanos que votan, tener muchos «me gusta» vale de poco. Las redes sociales ayudan pero no son definitivas, durante La Primavera Árabe se utilizaron para organizar y convocar, pero la gente tuvo que ir a las plazas a demostrar su descontento y aguantar los palos, como se ha hecho toda la vida. Esperar a que cambie un régimen recogiendo firmas en change.org es una quimera y un sedante de la conciencia.

Tampoco el exceso de intelectualismo ha ayudado mucho a mantener los resultados electorales. Un partido político no es un círculo de intelectuales y por tanto no puede tener la actitud de mirar por encima del hombro a quién le vota, de quién depende... ya ni hablemos de insultar al votante cuando los resultados no favorecen, cosa que no ha hecho la cúpula del partido pero sí muchos seguidores en los medios; eso solamente hace que se reafirme el voto en contra e incluso que jamás se pueda recuperar, si había algún resquicio.

El pacto con IU realizado con mucha celeridad y mediando una consulta exprés, cuando ya parecía que todo el pescado estaba vendido ( a mí me ha dado la sensación de que desde que podemos se convirtió en máquina electoral, siempre se ha votado a mesa puesta) ha matado la transversalidad.

El pacto puede ser necesario, más positivo o menos, hay opiniones para todos los gustos... lo que sí es seguro es que entierra «los de abajo contra los de arriba», donde indudablemente hay más gente que encaja... por «los de la izquierda contra la derecha» donde el caladero de votos es el que es y pierdes apoyo necesariamente. No digo que el acuerdo no fuera necesario, pero llevaba un coste consigo que puede que no se valorara y entierra la atractiva transversalidad para siempre.

¿La campaña del miedo? Bueno, se debe valorar... pero ¿Cómo es posible que un partido político que nació para la esperanza acabe inspirando miedo? Algunas formas de proceder y de actuar deberían ser revisadas a fondo ¿La campaña mediática en contra? También pesa, pero no se puede tomar como un todo, ni como una excusa única; la teoría de balones fuera no creo que ayude.

Gobernar un país es gobernarlo para todos, no gobernarlo para los nuestros o al menos eso debería ser lo ideal; frases como «el miedo va a cambiar de bando» no creo que ayuden a pensar que si se toca poder, se gobernará para el conjunto de la sociedad.

Venezuela, el brexit, la abstención... todo suma en contra, pero intenté no enfocar en lo evidente y dar unas pinceladas sobre lo que tiene arreglo desde dentro o debería y no de lo externo, que es incontrolable.