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jueves, 28 de marzo de 2024 00:00h.
Opiniones

El poderoso Neptuno de Melenara

Este coloso trae una bocanada de aire fresco, lúdico y pagano, a las costas insulares y en nuestro país es una de las escasas esculturas monumentales integradas en la naturaleza. Un Neptuno a un mismo tiempo bienhechor y atemorizante, fiero y manso, vigilante y juguetón.

Este coloso trae una bocanada de aire fresco, lúdico y pagano, a las costas insulares y en nuestro país es una de las escasas esculturas monumentales integradas en la naturaleza. Un Neptuno a un mismo tiempo bienhechor y atemorizante, fiero y manso, vigilante y juguetón. Como se señala literalmente en el pie del propio dibujo que Arencibia le presentó al alcalde de la ciudad, y con el que intentaba dar forma a su proyecto, nos encontramos ante un Monumento al mar. Neptuno en la punta de Melenara (“el puntón”). Con una mano sostiene el tridente y con la otra invita a entrar en el mar. Cuando la marea sube aparece caminando en el agua.

El es rotundo y vigoroso durante el día, y de noche cobra un halo misterioso y casi espectral cuando es iluminado. Antes de su instalación los marinos y los residentes del barrio mostraban una cierta desconfianza respecto a su viabilidad; dudaban abiertamente de su solidez frente a los rebosos, y se quejaban de que se pudiese perder el uso del puntón que desde siempre habían hecho los bañistas en sus zambullidas.

Estas prevenciones fueron desvaneciéndose desde el día en que Francisco Santiago, el alcalde, y el propio autor, Luis Arencibia, escultor teldense residente en Leganés, Madrid, se acercaron en una zodiac hasta sus pies para retirar la enorme bandera canaria que lo cubría. Las crónicas cuentan que fue una jornada luminosa y vibrante, en la que participó la líder vecinal Encarnación Torres y se escuchó la música tradicional de la escuela taller de folclore del barrio y de la parranda El Volumen.

En aquellas horas se había corrido la inquietante voz de que faltaba una autorización esencial, el visto bueno de la autoridad de Costas para permitir el anclaje. Pero más allá del atisbo de polémica, pronto despejado, la inauguración de la estatua fue el número central de las fiestas de la playa, que además acogía el último concierto de la campaña veraniega Súbete a la Ola de la Vida. Desde ese instante el Neptuno fue invadido por decenas de niños y jóvenes que quisieron experimentar la sensación de bañarse junto a él y de trepar por él; pronto la euforia se desbordó de tal manera que hasta tres niños a la vez se ubicaban sobre la cabeza de la escultura, con la subsiguiente preocupación de unos y de otros.

Por si fuera poco, el Neptuno se ha erigido como protagonista de celebraciones deportivas. Como se da la circunstancia de que el Atlético de Madrid celebra sus triunfos en las fuentes de la Plaza de Neptuno de la capital de España, la peña atlética grancanaria ha conmemorado también sus éxitos colocándole banderas rojiblancas. En otro acontecimiento deportivo, la travesía realizada por el nadador de fondo David Meca entre las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, el 30 de mayo de 2002, el amplio reportaje que vieron los televidentes de la región concluyó con la imagen del Neptuno, como si de alguna manera la hazaña del catalán hubiese sido bendecida por el señor de los mares.

Los residentes de la zona se refieren al curioso efecto de sus ojos huecos cuando brillan en la oscuridad de modo fantasmagórico Desde el fondo de los tiempos los humanos siempre han necesitado la ayuda de criaturas poderosas, que les alumbren el camino, les ayuden a despejar el temor a la propia debilidad de su circunstancia temporal, y los guíen en sus tribulaciones amortiguándoles en lo posible el desasosiego de su inevitable camino hacia la muerte y las posibles vidas posteriores. Pues bien: para este litoral grancanario el dios mitológico es ya un ser favorecedor. Su tridente es un signo de valentía y resolución ante la adversidad.
En definitiva, cuando alguien consigue una obra que agita las aguas cotidianas de la pereza y la costumbre, que rompe la línea del horizonte, que sorprende y en cierto modo escandaliza pero acaba siendo asumida por el pueblo, nos hallamos ante un artista eficaz.

Esto es lo que sucede con el Neptuno de la playa: en el poco tiempo de su azarosa vida originó un impacto de sorpresa, casi escandalizó a las mentes rutinarias, a las que cualquier novedad produce convulsiones. Pero enseguida ha sido asumido por todos; lo que comenzó siendo un icono particular de la zona ha acabado siendo una de las imágenes representativas del municipio, y está llamada a ser una de las postales más poderosas de la isla. Tal es su poder de convocatoria y su capacidad de sugerencia que ya nadie será capaz de arrancarlo de su pedestal, ni el más estruendoso de los huracanes, ni el oleaje más ansioso. Pues una y otra vez regresará, volverá a posarse sobre las olas y a engrandecerse sobre ellas.

Hasta tal punto ha echado raíces que es casi un faro en el horizonte.

Las incidencias que ha soportado el “Barbudo del Tenedor” desde que fuera colocado el 1 de septiembre de 2001 son ya muchas. Primero fue embadurnado de grasa para que no se subieran a él los niños; muy poco después, en noviembre del mismo 2001, la fuerza del oleaje lo inclinó de forma preocupante doblando el empeine del pie izquierdo, y siéndole agregado un soporte más sólido a comienzos del año siguiente. En agosto del 2002 se añade un nuevo cartel con la prohibición de subirse para las zambullidas. En diciembre de 2003, tras meses de aparente tranquilidad, rompen la escultura por su muñeca derecha. Las dificultades de manejo de tan colosal pieza han hecho agudizar el ingenio pues ha sido preciso movilizar grúas gigantescas, además de fundidores y soldadores empeñados en restañar las heridas, quienes acaban logrando el propósito de afianzar la pieza. momentos de aturdimiento y desorientación.

La ensoñación y la magia han de venir en nuestro auxilio cuando la realidad se nos presenta demasiado árida.
La presencia de este hallazgo de un escultor que se arrojó en manos de sus recuerdos de infancia a casi dos mil kilómetros de su tierra natal ha sido una buena noticia para él mismo y para su colectividad. Porque alguien tenía que atreverse a adentrarse en ese Atlántico que nos ha dotado de una mirada mestiza, ecléctica e integradora. La idea había bullido mucho tiempo en su cabeza y pese a las dificultades técnicas que habría de afrontar él mismo habría de convertirse a fin de cuentas en un explorador de posibilidades, en un curioso dispuesto a examinarlo todo desde la orilla; la diferencia consiste en que al fin se atrevió a poner un pie sobre el agua y echó a andar.
El Neptuno de Melenara es hoy uno de los iconos representativos de Telde, tal como expresé en mi libro El Neptuno de Melenara, editado por el ayuntamiento de Telde en 2007.