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martes, 23 de abril de 2024 16:27h.
Opiniones

Qué a gusto nos dejamos tomar el pelo

Como tenemos una sociedad de bambis apenada por dumbos, los mismos que le pedían explicaciones resulta que estaban locos porque fingiera que se las daba y lo han perdonado con entusiasmo.

Como tenemos una sociedad de bambis apenada por dumbos, los mismos que le pedían explicaciones resulta que estaban locos porque fingiera que se las daba y lo han perdonado con entusiasmo. ¿Pero qué le perdonan, si no sabemos de qué se lamenta?

No es el primer Borbón que se arrepiente en público. Ni el primero que miente arrepintiéndose. Cuando Riego dio el golpe de Cabezas de San Juan con las tropas que debían ir a América a sofocar la rebelión americana y repuso la Constitución de Cádiz, Fernando VII dijo aquello de "marchemos todos, y yo el primero, por la senda constitucional". Tres años después, con los Cien mil hijos de San Luis, que eran menos y de Napoleón, hacía honor a su compromiso acabando por la fuerza con el fracasado régimen constitucional, ahorcando a Riego y, posteriormente, fusilando a Torrijos, que a diferencia de Riego, tuvo un cuadro histórico que inmortaliza su sacrificio. Ahí está Torrijos en la playa, sin venda, esperando el tiro por la espalda que acabaría con sus penas. Lo vengó Goya en sus retratos del Rey Felón, que volvió a arrepentirse en la sucesión y legó a España una bonita guerra civil.

Un siglo después, Alfonso XIII actualizó el arrepentimiento dinástico en unos términos que podrían haberle servido, tal cual, a su nieto. Al desertar de su puesto en 1931, dejando sola a su mujer y a sus hijos, publicó una nota en la que destaca esta frase: "Un Rey puede equivocarse y sin duda erré yo alguna vez; pero sé bien que nuestra Patria se mostró en todo momento generosa ante las culpas sin malicia." No sabemos si la Patria hubiera perdonado el yerro del Rey con la generosidad de los cuerpos sociales amnésicos. Tal vez pensó que votando cuatro veces más a los monárquicos que a los republicanos en unas simples elecciones municipales había hecho bastante.

Ayer, el Rey obedeció a su señor, que no es el Altísimo sino el Bajísimo PSOE, y ofreció las disculpas exigidas por Rubalcaba, el del Faisán. El PP (Partido Pánfilo) "no quería entrar en polémica" ni pedía disculpa alguna, así que la Izquierda ha vuelto a demostrar que manda en la Zarzuela. De ahí el benigno trato a las estafas de Urdangarín y sus secuaces todos. Dicen que Mariano se siente "aliviado" por las disculpas del Rey al PSOE. Alivio suicida. Pero es impostura sobre impostura y engaño sobre engaño. El Rey ha dicho: "Lo siento mucho. Me he equivocado. No se repetirá". ¿Pero qué es lo que siente? ¿Que se sepa que caza elefantes, que anda de aquí para allá con Corinna, que se deja invitar por un sirio saudí, que no avisa al Gobierno de lo que hace ni de dónde está? ¿En qué se ha equivocado? ¿En cazar elefantes, en pescar con Corina, en ir en AVE de Medina a La Meca, en hacer lo que le da la gana con sus amigotes de cacería, en dejar recientemente que Corinna compre en Sotheby´s, a tocateja, el collar de esmeraldas de Aline Griffth, por un cuarto de millón de euros? No sabemos lo que siente ni en qué se ha equivocado, ¿cómo no se va a repetir esa sarta de escándalos si no nos dice de qué se arrepiente?

Ahora bien, como tenemos una sociedad de bambis apenada por dumbos, los mismos que le pedían explicaciones resulta que estaban locos porque fingiera que se las daba y lo han perdonado con entusiasmo. ¿Pero qué lo perdonan, si no sabemos de qué se lamenta? ¿Qué le aplauden? Eso sí está claro: el gesto de sumisión al PSOE, que ha sellado la ruina moral, no material, de la Corona en las últimas décadas. El pueblo español, generoso cuando debería ser severo, lo perdona de mil amores. ¿De qué lo perdona? De lo que sea. Nos encanta que nos tomen el pelo. Y así nos luce.