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jueves, 28 de marzo de 2024 08:29h.
Opiniones

Spam Urdangarín

No es de extrañar que Iñaki Urdangarín haya decidido aceptar la oferta que le hizo Valero Rivera para ser su ayudante en la Selección de balonmano de Qatar.

Para el duque de Palma estar en el Golfo es como sentirse en su propia casa, todo un remanso de paz y tranquilidad para un personaje que se ha revelado como alguien muy frío y muy calculador desde siempre (recordemos que la que iba a ser su mujer se enteró por los medios de comunicación de que estaba saliendo al mismo tiempo con la Infanta Cristina), pero tampoco ha tenido demasiada cabeza para saber que cuando entras en ciertas esferas sociales no puedes comportarte como el gañán de taberna que le cuenta a sus amiguetes los más sonados chismes.

Al del balonmano se le va la mano…con los correos electrónicos. Lejos de la necesaria y obligada discreción, a Urdangarín le molaba eso de relatar historias más o menos subidas de tono, fotos inapropiadas y firmas muy ‘empalmadas’. Todo esto en manos de Diego Torres, con imputaciones de por medio y con 8 millones de euros a pagar a modo de fianza provocan, necesariamente, que esos mensajes se vuelvan en tu contra, básicamente porque alguien con menos escrúpulos que Iñaki (y ya es decir) se ha dedicado al ‘bonito’ arte de difundir los mismos.

La última gracieta del yerno del Rey es hablar en uno de esos emails sobre los orgasmos de Letizia Ortiz, en plan, por supuesto, zafio y vomitivo. Lo contaba el periodista Albert Castillón en la revista Grazia y, desde luego, deja al duque de Palma fielmente retratado como alguien que cada vez está más claro que merece ser nominado y expulsado de la Casa Real o, mejor dicho, podía hacernos el favor de llevarse La Zarzuela como equipaje facturado y desembalarla en Qatar. En el Golfo quedaría perfectamente integrada.

Por eso no es de extrañar que hace unos días Madrid y decenas de ciudades españoles se hayan vestido hoy con la bandera republicana por las principales arterias. Hoy la monarquía es una institución de saldo donde prácticamente nadie se salva, unos por comportamiento indigno y otra(s) por aguantar estoicamente las aventuras y desventuras de sus conyuges, algunas de un tamaño elefantiásico.