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jueves, 28 de marzo de 2024 08:29h.
Opiniones

Vivencias herreñas

Nuestra mortal presencia sobre este dilatado mundo, es algo muy parecido a una perturbada estampida sobre el abierto Reloj del Tiempo, y, una vez que se nos paralice o, definitivamente, salgamos de él, será lo que indistintamente, captarán por entero, tanto los desamparados necesitados como los fastuosos ricos.

Nuestra mortal presencia sobre este dilatado mundo, es algo muy parecido a una perturbada estampida sobre el abierto Reloj del Tiempo, y, una vez que se nos paralice o, definitivamente, salgamos de él, será lo que indistintamente, captarán por entero, tanto los desamparados necesitados como los fastuosos ricos.

En alguna parte, sitio o lugar, cierta vez llegué a leer el original pensamiento de algún adelantado erudito, asegurando de que, cualquier época es indudable dolor en el pasado, inseguridad en el presente y, recóndita incógnita en el futuro.

Cierta bienhechora buena parte de lograda felicidad, tan solo se obtendría alcanzar, si consiguiéramos saber emplear nuestro señalada etapa de existencia, con la intuición de lo que una recta conciencia dictamine, se efectúe y mande.

Y, todas estas pretendidas filosóficas reflexiones, estimadísimos amigos de GomeraActualidad, nos vuelven a proponer aquella tan consabida teoría divulgada y vieja, de que... “cualquier período pasado, fue muchísimo mejor”.

En este versado sentido, existen suficientes reveladores que, por entero, suelen criticar todo lo contrario.

Todavía, en mi mente, transcurren unos perdurables lapsos que en nuestra propia capital de la Villa de Santa María de Valverde, a diario me acompañan con entrañables añoranzas y recónditas emociones sin fin.

En la inseparable compañía de algunos indiscretos colegas, muchas de aquellas pesadas tardes, en las que no existían estas actuales diversiones ni múltiples entretenimientos, como los que hoy en día, a manos llenas tienen la reciente juventud, nos solíamos apostar en la pavimentada balaustrada del Bar “JINAMA”, regido por aquel servicial y complaciente acreditado caballero, de nombre, Don ANTONIO QUINTERO, quien solía aromatizarnos una su calle, cuando transitando por ella, estofaba unos apetitosos cabriítos, de culinarias y secretas recetas rigurosamente personales y el cual, utilizando una de las pocas radios existentes en la Isla, cada sábado, nos permitía escuchar los discos dedicados que emitiera la sonora y potente “Radio Suiza”.

En unas mesitas exteriores, con movilizada frecuencia, disfrutábamos de unas improvisadas círculos que con altos voltajes de prácticas erudiciones, nos abrían los ojos unos intelectuales tertulianos, entre los que repaso al insigne Don INOCENCIO HERNÁNDEZ, al preclaro maestro. Don ALBERTO, el expresivo magistrado, Don JOSÉ LUÍS BORGES, el destacado escritor, rapsoda y pedagogo, Don PATRICIO PÉREZ MORENO, quien solía recitar en alta voz determinados versos, originales y propios de su fecundísima inspiración.

Alguna que otra vez, atisbábamos al afectuoso amigo, Don RAFAEL QUINTERO, el feliz proveedor de un exquisito tintillo, emanado de su heredad vinícola de El Golfo; al enjuto y espigado tío Noe el que, por cierto, como Don PEPE CANO, Don ÁNGEL PADRÓN y otros muchos, tuvieron que emigrar a la entonces rica y floreciente Isla de Cuba y de la que con asiduidad, solía contar aquella graciosa anécdota de su llegada a un enorme ingenio azucarero, regido por americanos y, cuando el listero preguntara por su nombre y le dijera que “NOE”, aquel le replicara: “ ¿NOE? ¡PUES AQUÍ, TIENE QUE SER!”.

También, de vez en cuando, se sumaba al nutrido conjunto, la corpulenta figura del simpatiquísimo Don VICENTE PLASENCIA, (progenitor del que un día ejerciera como destacado Alcalde por La Gomera), el que, cuando se le extraviaba su travieso borrico, declaraba el día de inequívoca Fiesta Nacional, para que todos sus alumnos, fuesen en la más apresurada búsqueda de su reclamada y bien indemnizada dificultosa captura.

Algunos graduados militares y, hasta innegables sacerdotes destinados a la Rectoría de ”Nuestra Señora de la Concepción”, así como titulados farmacéuticos y curiosos personajes de distintas índoles, ansiosos de ensamblarse con ilustradas pretensiones, al subrayado grupo.

Allí, se platicaba de todo lo hasta la fecha divino sabido y desconocido humano por saber, estando al corriente, de buena tinta, con una elevada categoría de sabios conocimientos que, en un pis-pas, nos ponían al corriente. .

Los pausados “Correillos”, o contadas naves costeras, nos llegaban dos veces en semana y, por lo tanto, las noticias de los Diarios, eran leídas, a matiz reseco, con bastantes y torpes morosos retrasos.

Por eso, de antemano y, gracias a ellos, ya sabíamos de algunos acontecidos eventos, estrenos cinematográficos, música, sociedad, guerra, leyes y...una variopinta gama de sugestivas cosas que a todos nosotros, por entero, poco más o menos, como que nos conseguían hacer hipnotizar.

¡Qué innegable contradicción con lo que, lamentablemente, en nuestros días se ve, escucha, se comenta y bien se paga, en ciertos programas televisivos, en donde la desvergüenza roza con tranquila desenvoltura y general consentimiento, poniendo al descubierto lo más sucios trapos íntimos hogareños que, sin decencia alguna, sin toleradas contemplaciones, destilan inmundicias, desparramándose a borbotones, por las acristaladas encendidas pantallas que, todo lo soportan y aguantan!

 

 

 

 

¡Vaya tiempos aquellos que ya pasamos

que, por desdicha, no podrán retornar!

¡Cada vez que, pensando, los recordamos,

nos dan ganas, nos dan ganas, de llorar!