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sábado, 20 de abril de 2024 00:00h.

La Gomera que no me gusta

OSCAR MENDOZA OPINIÓN
“Hablo con mi querido Juanito Lilia y me explica todo ello con un pensamiento demoledor, revelador, nítido: mientras que la mayoría de los gomeros no tengan un medio de vida que sea independiente de la política no habrá libertad absoluta en la isla. Lo medito ahora, mientras lo escribo, y estoy seguro de que la mayoría de los que leerán esto estarán de acuerdo.”

No hace mucho que me he levantado. Es sábado por la mañana y leo en el Facebook algo que me hace meditar y que, a la vez, me pone triste. Gonzalo Herrera, compañero de fatigas de estudios de secundaria hace ya mucho tiempo, analiza lo acontecido en nuestra isla por la presencia de la cadena Ser para emitir un programa sobre eso que se llama ahora la España vaciada, la despoblación de numerosas zonas como resulta de un progreso muy mal estructurado en muchas ocasiones.

Lo hace con verbo fluido y calmado, aportando su punto de vista e intentando no entrar en disputas partidistas que no llevan a ningún lado. Me gusta lo que leo pero no me gusta lo que provoca en mi mente, en mi condición de gomero, en la esencia de este junta letras que adora su tierra. 

El amor no puede ser incondicional, fanático, ciego ni interesado. Por ello hay que decir lo bueno y lo malo de todo aquello que amamos y que nos condiciona en nuestro día a día. Si han leído mis artículos verán que una verdad resplandece por encima de todo: mi pasión por Agulo y por La Gomera.

Eso no quiere decir que no vea cosas que no me gustan y que creo que habría que corregir, es más, ese amor del que les hablaba antes también se configura al describir lo negativo como instrumento de mejora, de plantear debates que puedan hacer progresar. Les garantizo que ésa es mi única intención, al no ser preso de ningún partido político y al tener al sectarismo como un demonio que, muchas veces, ha condenado a nuestra isla.

Voy mucho a La Gomera y, de no ser por circunstancias familiares, viviría allí. Eso sí, cuando mi hijo ya no me necesite, volveré a Agulo a agotar mi tránsito por esta vida, a acabar mis días en el lugar donde los empecé hace ya mucho, en una fría casa del Charco, entre gente que amaba y que, quiero pensar, me amaron.

En esas estancias en la isla, demasiado cortas para mi gusto, escucho mucho y observo la realidad como alguien que no vive ahí y que, quizás por eso, tiene una visión diferente, algo alejada, no contaminada por el día a día o por las vicisitudes del intentar sobrevivir. Esa, me parece, es una plataforma ideal para opinar, si le añadimos, como decía antes, que no le debo nada a nadie y que no estoy corroído por el fanatismo.

La realidad socioeconómica de nuestra isla ha cambiado mucho y, cuando yo era niño, todo parecía muy diferente. Ha habido mejoras y todos nos felicitamos por ello: las ayudas a los estudiantes gomeros, las operaciones a nuestro mayores en clínicas privadas de Tenerife, … No creo que nadie con cierto criterio se pueda oponer a ello. Pero hay cosas que ya no están o que apenas puedo ver, esos ramalazos del pasado que tendrían que estar en el presente, ese sentido común que se ha perdido para ser sustituido por no se sabe qué.

Dentro de poco mi querido Pedro Cruz, aprovechando la fiesta de Las Mercedes, presentará un documental suyo sobre los Piques de Agulo. Esa celebración fue destruida, básicamente, por una apreciación equivocada de la política, dividiendo a gente que merendaba junta cuando eran pequeños o provocando discordias entre familiares. Y esa nueva realidad, extrapolable a toda La Gomera, fomentó la división y el odio. Y justamente ahí empezaron todos los males.

Poco después empezó a llegar dinero de los recién creados impuestos (antes casi nadie pagaba nada) y de la Unión Europea. Y, cosa que pasó en no pocos lugares, esa nueva riqueza no fue empleada para mejorar y crear riqueza a largo plazo sino para establecer un sistema, vigente aún, en el que se marca la supervivencia política no por la calidad de la gestión sino por una dicotomía perversa: el voto como garante de un posible trabajo. Y ése, y no otro, es el quid de la cuestión, piedra angular donde se siembra el odio y el resentimiento entre gente que, en otro tiempo, lo compartió todo.

Hablo con mi querido Juanito Lilia y me explica todo ello con un pensamiento demoledor, revelador, nítido: mientras que la mayoría de los gomeros no tengan un medio de vida que sea independiente de la política no habrá libertad absoluta en la isla. Lo medito ahora, mientras lo escribo, y estoy seguro de que la mayoría de los que leerán esto estará de acuerdo.

Muchos políticos, DE TODOS LOS PARTIDOS, han llevado este dilema al paroxismo para mantener la poltrona y gozar de eso que se ha llamado la erótica del poder. ¿Tanto gusta el poder? ¿Qué sustancia opiácea contiene? Se debe ir a la política a servir y no a servirse y, sobre todo, a no poner en un dilema a alguien con la libertad de su voto, jugando con su dignidad y riéndose de su supervivencia. Visto lo visto, no se le puede dar poder a alguien que ni piensa con la cabeza ni, sobre todo, actúa con el corazón.

Se ven, incluso, situaciones muy graves. Hay un cierto miedo a que una opinión llegue al alcalde del municipio de turno o al que manda en La Villa y lo supervisa todo. He vivido esa situación muchas veces cuando un amigo me ha dicho que tenga cuidado con lo que digo, que puedo tener problemas y cosas por el estilo. Yo siempre respondo lo mismo: no estoy faltando al respeto a nadie y sólo critico la gestión política de los que están ahí para servir y que, por cierto, saben perfectamente que las críticas hacia su labor van en el sueldo. 

Hace mucho tuve una experiencia parecida, no igual, pero muy parecida a lo que les decía antes. Mi padre había muerto en las puertas de un centro de salud, como un perro, sin los cuidados médicos que merecía al pagar sus impuestos. Yo, para bien o para mal, tengo una formación y sabía perfectamente con quién me iba a jugar los cuartos, con el gobierno de Canarias que tenía las competencias sanitarias.

Después de enterrar a mi padre, esperaba, de forma ilusa, algún tipo de apoyo institucional para defender su causa y la de los gomeros del norte. No quería dinero sino que hicieran suya mi lucha pero el Cabildo y el ayuntamiento de Agulo me dieron la callada por respuesta. Se lavaron las manos. Incluso el anterior regidor de mi pueblo fue incapaz de darme el pésame, aunque, para ser justos, he de decir que llamaba frecuentemente a mi hermana a ver cómo estaba mi madre.

Me podían haber ayudado, aunque sólo fuera para sacar rédito político contra una institución que controlaba un partido diferente al suyo. Pero me vi sólo, humillado y sin ayudas, a excepción de Francisco Méndez y de Jose Andrés Medina, director de este periódico. 
Ahí me di cuenta de mucha cosas.

Pero hay otros hechos preocupantes. Los que amamos el norte notamos mucha indiferencia respecto de nuestro justo desarrollo mientras que observamos, perplejos, cómo otras zonas son mejor tratadas no se sabe muy bien por qué. Un ejemplo palmario de todo ello es lo que se hizo en la Playa de Hermigua.¿Alguien puede explicarme qué se pretendía hacer con esa obra faraónica? ¿El interés era la trascendencia de esa obra o, por el contrario, la obra en sí?

Hermigua dispone de la mejor playa de La Gomera, si se piensa en sus dimensiones y en su estructura. Se podría hacer una magnífica playa ahí, con puerto deportivo, negocios de restauración al borde del mar y numerosos aparcamientos. Así los habitantes de Hermigua, Agulo y Vallehermoso tendrían una zona de esparcimiento, atrayendo a turistas, creando riqueza que, a su vez, favorecería el efecto multiplicador repartiendo puestos de trabajo al aumentar el consumo. ¿Tan difícil es de entender? ¿Por qué no se hace? Se dice que Costas no deja, pone impedimentos, normativas, … Es muy curioso. Sólo se ponen pegas cuando es para nuestro norte. A otro perro con ese hueso.

Seguro que muchos de ustedes conocen el lamentable estado de la agricultura y de la ganadería en la isla. He hablado con gente ducha al respecto y me confirman lo que yo hace tiempo ya pensaba. La Gomera, diamante en bruto para muchas cosas, también lo puede ser en esos campos mediante la creación de una cooperativa agrícola insular, financiada, en un primer momento, con dinero público y después puesta en manos de buenos gestores pero con titularidad pública. La idea, seguro que lo han adivinado, sería llegar a un autoabastecimiento y, sobre todo, a la creación de puestos de trabajos dignos, ya saben, alejados de la política, puestos de trabajo que garanticen la libertad. ¿Por qué no se hace o, en todo caso, por qué no se estudia con luz y taquígrafos? En fin …

Pero puede haber más bolsas de trabajo. El agua de nuestro pueblo, Agulo, merece un comentario aparte. Creo que habría que estudiar este tema y ver las posibilidades que hay de una posible comercialización y la creación, por ende, de otros puestos de trabajo.

Ya ven, hay muchas cosas que se pueden hacer y seguro que hay gente más inteligente que yo que puede aportar mucho. Lo que hace falta es remangarse y convocar una mesa insular a la que la gente entre no esgrimiendo un interés espúreo o partidista sino con ganas de aportar y de ceder, pensando en el interés general y no en mantener la poltrona, apreciando las ideas de otros y llegando a acuerdos en los que se defienda los intereses de La Gomera y de los gomeros, y no los de aquéllos que la gobiernan. Ésa es la clave.

No soy muy optimista al respecto. Quizás haga falta años para cambiar el status quo vigente y tendrán que venir otras generaciones para hacer una pequeña revolución, algo muy saludable de cuando en cuando. 
Yo seguiré amando La Gomera, viajando a mi paraíso cada vez que puedo, sonriendo ante las cosas bonitas y agachando la cabeza ante lo que, sencillamente, debería ser de otra forma.