Palmero de ida y vuelta
En 1970, con 20 años, gané el premio de poesía Julio Tovar, convocado por la Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife, aquel libro se titulaba Crónica de todos nosotros, y se publicó en 1972, 1973 y 2006. Ahora, 42 años después, con muchas novelas a cuestas, libros de relatos, cuentos para niños, novela negra y ensayos, necesitaba hacer un homenaje a los orígenes. El recorrido por el paisaje y la memoria constituye el primer eslabón de este poemario que intenté fuera intenso y dramático a un tiempo, un canto épico en el cual la economía de lenguaje procura la interiorización. La Palma, la antigua Ben-Awara, es el territorio de un Ulises-Tanausú que explora la vida y recibe parabienes y desencantos. La isla de la infancia viene a ser el Jardín de Edén que sale al paso con su fertilidad y también simboliza el cataclismo del volcán que siempre acecha a los insulares. Aquí dejo nueve poemas del libro (Anroart, 2012)
Tu nombre viaja con la lluvia en Liverpool, ríos
y canales verdeoscuros de las Midlands.
Te gustaban las fachadas de ladrillo,
los palacetes victorianos, las vidrieras
de las catedrales góticas,
las chimeneas de las fábricas del XIX,
el bed and breakfast pegado al cementerio.
Nos hicimos fotos en el molino del río,
las granjas en ruinas de las hermanas Brontë,
allá en las Cumbres Borrascosas,
la tumba de Sylvia Plath en los páramos
y colinas derruidas por el tiempo.
El otoño llega a ser sublime
en las praderas con las primeras nieves,
mujeres de mejillas encendidas,
guirnaldas en las más altas torres.
Pero los días tenían la palidez de un funeral
y mi alma huyó -sin avisar-
a la isla de San Brandán.
Polca de los Enanos:
saltarines, burleteros,
el ojo engaña.
Mascarones, acróbatas,
la Pandorga y el minué,
las multitudes.
Alegría elemental,
cantantes de gran fama,
las loas, el Castillo,
y María que es de todos
como Dama bienhechora.
Pero los Enanos son la cima,
la euforia y la sorpresa.
Todo depende de la magia:
crees estar vivo pero andas muerto,
no en este mundo sino en otro
vives y revives, pues el tránsito
es veneno tan dulce como azúcar.
Fui sin claras naos ni remeros
pero llevaba conmigo la Verdad
la reconciliación con el origen
Ben-Awara basaltos y dioritas
cresterías cabocos hondonadas
en ella el aire es dulce y la gente
rumia mucho las cosas tiene doble vida
pero cree vivir en paz consigo misma
esa paz que se confunde con abulia
y autocomplacencia.
Tras el cataclismo de las lavas
quietud profunda de bosques
y precipicios los barrancos y proíses
de grandes premoniciones
pero la isla se desmorona cada día
viento y agua la escarban hasta el hueso
los derrumbes la alteran sin cesar
no te caigas Roque Idafe
pues traerás grandes desgracias
Aridane de sol y platanales
cráteres vencidos de viejas erupciones
estanques donde el tiempo
se escancia reloj de arena
espesos laureles de Los Llanos
altos miradores en El Paso
caballos fufos bailando en Tazacorte
En el Puerto embarcamos rumbo norte
cautivo miró Tanausú toda esa costa
y lanzó el Vacaguaré de los rebeldes
A lomos de La Caldera, en Tinizara,
vivía el abuelo. El monte,
un pajero, un horno
de hacer tejas y una bodega.
Entre el sol y la neblina
con ovejas y carneros,
cabras y cochinos negros,
la guataca y el machete
que vino de Cabaiguán.
Siempre con montera para
la humedad y el frío,
en las noches de enero.
En la tenebrosa oscuridad
tan solo las corujas, algún mirlo
y los espectros.
Criaba sus sabandijas,
las llamaba de este modo.
Se alimentó de sus cosechas:
Cambiaba papas por chicharros,
habas por sardinas, trigo por un poco
de albacora. Cuando estrenaba el vino
había fiestas con mujeres;
perdían la cabeza, y por celos
acuchilló a un compañero.
De joven fue a Cuba varias veces,
La Habana maravilla pero iba al campo.
Tenía un aljibe para recoger agua
y los frutales que injertaba cada año.
Vareaba almendras, cavaba viña,
Si lo llamaban por algún requerimiento
por veredas de antepasados
bajaba al pueblo.
Vivió, ya digo, en desamparo,
tan solo veía a los arrieros
que subían el Camino Real
y sin embargo cumplió 97.
El 7 de septiembre por Tijarafe el Diablo brama
con pólvora y betún.
Chispas y saltos, Lucifer tan atractivo
que se afanan en tocarlo.
Rancheras en la plaza, todos bailan.
Tras la batalla gana la Virgen,
triunfa la luz,
se retira el monstruo.
En las iglesias de la isla
San Miguel tumba a la Bestia.
Pero siempre renace, por eso
su aguijón nos pone en pie,
y -si fuera posible-
nos animaría a gozar la breve dicha.
Habana Vieja, Santo Domingo, Maracay,
San Juan de Puerto Rico, Florida, Yucatán,
San Antonio de Texas, Montevideo y tantas otras.
Canarios: pardos esclavos libres
para fundar villas del Rey.
Con sones y décimas guajiras,
perdidos.
A Madre Antilla huían los abuelos,
Todos volvieron mucho más sabios.
La historia concluye, todo listo
para el gran mutis por el foro:
vienen desastres y epidemias,
el sol será una estrella enana,
el hombre acabará por extinguirse.
Los ríos ya se desecan,
las aves migratorias no hallan rumbo,
hemos tardado en responder.
Cumbre Vieja fractura en mil pedazos
toneladas de rocas en el mar,
una ola gigante sobre New York
inunca el túnel Lincoln, todo arrasa.
En las calles más sucias del Bronx,
más arriba de la 125,
y en el Bowery de Chinatown
vagabundos al borde del suicidio.
Ya lo advirtió el profeta apocalíptico:
Abiertos los siete sellos, convocadas
todas las tribus de la Tierra,
catástrofes de enormes dimensiones.
Cayó un astro ardiendo,
se volvió ajenjo la tercera parte de las aguas.
Tocó el cuarto ángel la trompeta y
fue herida parte del sol,
el quinto ángel sonó su aviso.
Con saña el ángel sexto desató las plagas
-fuego, humo y azufre-
y murió el tercio de los vivos.
Luego vino un enorme terremoto,
y el Universo volvió al caos.
Insólito pensar que la luz del Cosmos
que contemplamos antes del alba
en el Roque, su alto Observatorio,
fue antes del Génesis y ya no está.
Es lo que me pasa contigo:
los álbumes de fotos son agujeros negros
a millones de años-luz.
Y por más que indago en telescopios
tan solo contemplo aquellas maguas.
9
Cansado, el Hombre vuelve a casa.
Observa los riscos y las fuentes,
tras el aguacero
aspira la ruda y el poleo.
Halló el camino de ida y vuelta,
Ya no es el tiempo de altos ideales.
Llevaba consigo sus tormentos: quiso hallar
a los fusilados en viñedos,
calaveras con un tiro entre los ojos.
Igual que una trampa la isla calla.