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viernes, 19 de abril de 2024 00:00h.

Las buenas noticias y las preocupaciones

CASIMIRO PARA OPINIÓN
Creo que ya podemos respirar. Estos días de Semana Santa han confirmado altos niveles de ocupación turística en las Islas. Después de atravesar un insoportable desierto de dificultades, el sector motriz de la economía de nuestra tierra se está poniendo otra vez en marcha y a una buena velocidad de crucero. 

En estos tiempos líquidos, cualquier cosa puede ocurrir. La criminal invasión de Ucrania, con su espantoso saldo de muertes civiles, es una tragedia que ha afectado al espíritu y a las economías de los países europeos. Y nos ha demostrado que este mundo parece estar loco o, mejor dicho, en manos de algunos locos. Europa ha reaccionado con solidaridad para con el pueblo ucraniano, aunque las sanciones que se han impuesto a Rusia también han tenido un precio para nuestras sociedades. 


No pocos expertos anunciaron la posibilidad de que el incremento de los costes de los combustibles, la incertidumbre y la inflación, terminarían afectando al turismo. No conviene echar las campanas al vuelo, pero no se puede negar que las expectativas son cada vez mejores. Nuestras economías, que llevaban ya dos años de durísimo castigo, están descongelándose.


Al contrario que la industria o la agricultura, las infraestructuras del turismo, si se mantienen intactas, se ponen en marcha con inusitada rapidez. El éxito de los ERTE es lo que ha permitido conservar casi indemne la planta turística de nuestra Comunidad. Si tenemos la materia prima, que es el visitante, la capacidad para reaccionar del tejido productivo, desde la hostelería al ocio, el comercio o la restauración, es enormemente veloz. 


Atenazados por una inflación que nos encarece el costo de la vida, por el incremento de los precios del transporte y las importaciones, es posible que regresar a la prosperidad general sea más difícil de lo que se pensaba. Pero para los canarios, el regreso de los turistas supone un soplo de aire en unos pulmones que han estado casi vacíos demasiado tiempo. Es empleo en los hoteles, en los restaurantes, en las empresas de alquiler de vehículos, en la industria del ocio, en el comercio o en el transporte. 


Ahora hay que aplaudir a quienes han mantenido con vida a las empresas y trabajadores del sector. Y a quienes han tenido la visión de seguir promocionando a Canarias como destino confiable y seguro. Los últimos y difíciles años nos han enseñado la importancia de esa actividad para nuestra región. Es el pilar sobre el que se asienta nuestra economía, el que más aporta al PIB, al empleo y al crecimiento.


Pero desde esta afirmación, indiscutible, debemos espabilarnos. Ya está bien de hablar. Debemos empezar a actuar. Hay que fortalecer los músculos más débiles de nuestro PIB y ponerlos al mismo nivel que un turismo que debemos transformar en algo sostenible en el tiempo. Y para que sea sostenible debemos hacer que crezcan nuevas estrategias de desarrollo complementarias. 


Las últimas novedades de las relaciones de España y Marruecos han demostrado poca sensibilidad con la opinión de Canarias sobre este asunto. Es una evidencia que viene de muy atrás. Tomar decisiones sobre la vecina África sin contar con Canarias no solo es una falta de consideración, sino un grave error.


El Archipiélago podría ser una plataforma de actuaciones de Europa y España hacia los países africanos vecinos. Pero jamás ha sido así, ni para Bruselas ni para Madrid. Tenemos muy cercano un mercado potencial de millones de consumidores de bienes y servicios, desde los productos industriales a las prestaciones sanitarias, y nadie ha tenido a bien considerarnos un nodo de comunicaciones con África.


Las relaciones de nuestro país y de la UE con Marruecos se han basado en una permanente política de concesiones. Disfrutando de condiciones preferenciales, nuestro vecino país exporta a España a través del Estrecho productos agrícolas, energía o materias primas, entre otros. No solo se nos ha mantenido al margen, sino que se ha contribuido a la deslocalización de la producción tomatera de las Islas, que se fue hacia allí.


Hablar de nuestro futuro económico y no ver la cercana África es un despropósito. Para lo bueno y para lo malo. Es un grueso error de análisis. Me inquieta, por lo tanto, el futuro de nuestras aguas y de las riquezas naturales de los fondos marinos. 


Me preocupa que estemos ausentes de asuntos que tienen todo que ver con nuestro futuro. Y además me preocupa que en esta comunidad no hayamos sido capaces durante años de consensuar una estrategia común de desarrollo en la que todos estemos comprometidos. Si uno no sabe muy bien a dónde va, lo normal es que acabe perdiéndose por el camino.