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viernes, 29 de marzo de 2024 00:00h.

Amor Parte II: Flechazo y Enamoramiento

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Porque el flechazo es eso, llega y desde que la flecha te atraviesa estarás marcado para toda la vida.

El flechazo es de las sensaciones más bonitas y a la vez revolucionarias que se puedan sentir. Una mezcla en ocasiones de dolor y en otras de amor incondicional. Llega y ahí estás atrapado en una maraña de emociones tan confusas como alentadoras. Detrás de él llega el enamoramiento.
Y me enamoré, y bueno si lo hice. Hasta las trancas, tanto que aún sigo enamorada.

Lo recuerdo como si hubiese sido hoy. Ocurrió el 15 de Febrero del año 2003. Si, una fecha muy singular para celebrar el amor, para llegar con la resaca del día anterior y que cupido te lance todas las flechas a bocajarro.

Ella nació ese día a las 17:30 horas puntualmente. Cuando me la pusieron encima la besé con tanto amor como no había experimentado jamás. Ella con esos ojos entrecerrados, ese olor de mi interior, de haber disfrutado nueve meses juntas y tener que compartirla con el resto del mundo. Me enamoré instantáneamente  de esa pequeña estrella que nació para iluminar mi camino.

Y como todo en el amor en ocasiones no es correspondido. No me refiero a que no exista amor entre ambas, al contrario, nuestro amor es recíproco. Generalmente los hijos hasta que no cumplen una edad bastante avanzada o viven experiencias de la vida adulta no le ponen el valor y amor que se siente hacia los padres. Por lo tanto, las madres, benditas madres, sentimos hasta morir, ese sentimiento que es tanto de amor como de dolor, ese que comienza con las primeras contracciones y no acaba nunca. Vivimos subidos en una  montaña rusa entre la incertidumbre y la certeza, el miedo y la felicidad. 

Los hijos agotan física y emocionalmente desde el momento en el que pasamos malas noches por dar el pecho, los llantos de cólicos, las primeras gripes, los amores y desamores, las decisiones precipitadas y básicamente el crecimiento en general. 

A ello le sumamos en determinados momentos algo de dolor por la falta de interés, los desprecios, las escasas muestras de cariño y los miedos generados por su futuro a corto y largo plazo lleno de trampas.
Y aún con todo, con esa carita que no te olvidas desde que viste nacer, con todo y más se puede criar, educar, amar y sacar adelante a un hijo. Puedes derramar lágrimas hasta llenar lagos y a los 10 minutos ser tan feliz que visionas arcoiris y lloras purpurina por amor.

Los hijos nos impregnan de tanto amor y alegrías que nos produce demencia los choques o momentos desoladores que vivamos por y junto a ellos. Siempre a una madre le podrá más el sentimiento de cordialidad, empatía y valentía que el de crueldad y castigo.

No hay un manual que nos indique a ser nada en la vida, ser amigo, pareja, hijo, madre...... No hay absolutamente nada que nos enseñe a serlo, simplemente debemos dejarnos llevar por la intuición, por los valores, por el respeto y sobre todo por el amor que sentimos. A partir de ahí, solamente fluimos. Equivocándose o acertando, pero lo que es certero es que daríamos la vida por estos pequeños seres que engendramos, damos a luz, queremos, protegemos, cuidamos y nunca nunca por mil años que pasen les soltaremos la mano.

Eso es amor, amor real, amor incondicional, amor del que llega para quedarse toda una vida. Ese que sí es hasta que la muerte nos separe, para lo bueno y para lo malo, para la salud y la enfermedad. 

Porque el flechazo es eso, llega y desde que la flecha te atraviesa estarás marcado para toda la vida. Una vez elegida, mi estrella no dejará de iluminarme aunque el proceso sea difícil, aunque las alegrías sean efímeras, el tenernos la una a la otra es real, es tangible, es latente y por ello vale la pena cualquier túnel oscuro o pozo sin fondo. Al final el pozo se puede tapiar y el túnel iluminar, porque la sangre que está unida por el cordón umbilical late más fuerte conjuntamente. La unión es la esencia.

Cuando dí a luz a mi pequeña sentí un vacío durante días, la tristeza de saber que ya no sería sola para mí, ya no seríamos ella y yo únicamente. Me daba miedo la idea y ahora que han pasado años, que ha crecido tanto, me aterra más dejarla ir y soltarla una vez más. No obstante, es el ciclo de la vida, la tierra es redonda y nuestra vida también es un círculo que va dando la vuelta constantemente repitiendo lo que en su día nuestros padres, abuelos, bisabuelos ... crearon.
Así es la segunda parte del amor; el flechazo y enamoramiento. El amor hacia mi hija.

La unión, el soltar, el sentimiento incondicional y eterno.