En lo profundo de la sencillez

Una vez más, en este mes de abril, que de primaveral ha tenido bien poco, por regidas e inaplazables razones, por la acostumbrada tradición que cada año solemos marcarnos, nos vemos formalmente obligados a rememorar la egregia figura del muy popular paisano, mejor amigo y gran experto maestro en la culta práctica de la pluma, DON JOSÉ PADRÓN MACHÍN.

Una vez más, en este mes de abril, que de primaveral ha tenido bien poco, por regidas e inaplazables razones, por la acostumbrada tradición que cada año solemos marcarnos, nos vemos formalmente obligados a rememorar la egregia figura del muy popular paisano, mejor amigo y gran experto maestro en la culta práctica de la pluma, DON JOSÉ PADRÓN MACHÍN.

Muchos, incalculables son los respetados conocidos que, al dedillo, a fondo, con existido fundamento, se percatan, saben, conocen la deslumbrante historia de su vida, por encima de todo, de una manera especial, destacando su prominente faceta como originario gran periodista, fecundísimo en sus tareas informativas, hasta tal punto que se vio obligado a firmar terceras crónicas con el curioso nombre de “DANIEL PADILLA”, un excepcional seudónimo que él supo hacer muy notorio en todas las islas, así como en cuantiosos y alejados rincones de Hispanoamérica.

Su imaginaria figura, tan característica entre nosotros, como un profundo hálito de activada alucinación, todavía sigue viva, latiendo con recóndita fuerza en los ocultos arcanos de la más febril fantasía.

Es la campechana y trascendente estampa de un disciplinado personaje que todavía, a estas alturas, continúa caminando por nuestras despejadas calles, con su medio apagado cigarrillo, milagrosamente enganchado bajo la comisura de sus tostados labios, luciendo al compás del viento la desbordante melena de todo un soliviantado león versátil, viendo, observando y olfateando el más mínimo evento, reciente hecho, celebrada fiesta e imprevisto suceso para, velozmente, al pie de la letra, divulgarlo en la prensa, Radio y Televisión, sin ninguna romántica retórica rebuscada, ni garrafales florituras narrativas, simplemente, llamándole al pan pan y al vino, vino.

La concreta estructura de sus designados artículos solía ser escueta, pensada, precisa, obteniendo con ello, que fuesen analizados con el más cristalino y comprensivo entendimiento

La meritoria historia de su valiosa existencia, como en otros tantos seres humanos de registrados laureles, no tendrá un ingrato punto final en las tenebrosas cerrazones de la olvidadiza indiferencia.

 

 Porque fue todo un dechado de voluntarioso corresponsal, totalmente capacitado en el variado esquema de la más eficaz información altamente acreditada, respetada y ampliamente reconocida.

La simpleza, veracidad y corriente sencillez, impregnaron su perseverante pluma, saturándola de franqueza, de sugestiva pesquisa isleña, gracias a la cual, muchos de nosotros, nos pudimos enterar de cuanto a diario acaecía en el cotidiano suceder del alejado entorno.

Partió como un, “PROTAGONISTA TRADICIÓN”, con el calificativo propio de atinado articulista, transmitiendo sin cesar, el esclarecido sentir de sus compatriotas, así como el vernáculo aliento de su adorado pueblo natal de “EL PINAR!”, en la isla herreña, radiante rincón natural en el que, de una vez por todas, se han podido cumplir las venerables normas de su última y decisiva fijada voluntad : “QUE, EN LA TIERRA QUE TANTO Y TANTO AMÓ, DESCANSASEN EN PAZ SUS MORTALES RESTOS”, algo que, con infinita devoción, apego, honor y solemnidad, en conmovedor acto oficial, ya fueran religiosamente depositados.

Nuestro imperecedero paisano fue insignemente galardonado con el “PREMIO CANARIAS DE COMUNICACIÓN, 1.993”

 Dignamente laureado con la justipreciada “MEDALLA AL MÉRITO TURÍSTICO”.

¡Acreditadas recompensas que ampliaron su nombre de una fulminante forma, estimablemente innegable y cabal!

Sin sosiego posible, su persistente voz, se dejaba oír por las difundidas ondas de “RADIO NACIONAL DE ESPAÑA” y en las emitidas frecuencias de “TELEVISIÓN ESPAÑOLA EN CANARIAS”.

En 1.989, ampulosamente, fue elegido y aclamado como “HIJO –PREDILECTO DE EL HIERRO”.

Este ilimitado protagonista, destacado autóctono, durante más de 50 años, afrontó en individuales apartados, cuantiosos contenidos eruditos, históricos, paisajísticos, anecdóticos y, todos ellos, estrechadamente ajustados al noble sentir que transitaba por la afectiva faceta de sus adheridas huellas isleñas.

Al mismo tiempo de haber alcanzado ramificar varias insinuantes obras, inclusive, novela, además de una “HISTORIA SOBRE LA ISLA”, se las agenció para estrechamente colaborar con otras elementales Revistas del Exterior, en la que los aislados compatriotas pudieron saciar la vehemente sed del obligado emigrante, con el agua fresca cristalina, de la más renovada y sentida nostalgia que él, tan oportunamente, supo abastecerles.

Pero, ante todo, fue un maravilloso amigo mío personal; un sabio tutor, un veterano decano que, con la mayor claridad del mundo me reprochaba o ensalzaba, impulsándome siempre a saber defender como Dios manda, a uñas y dientes, los oriundos hábitos de nuestras apetecidas y ancestrales costumbres.

Uno, normalmente, suele admirar a los grandes poetas, a los destacados artistas, a los renombrados genios que, en la vida, por concisas referencias, estamos al corriente de sus inmortales obras, las cuales, sin concesiones de ningún género, han sabido plenamente deslumbrarnos.

¡Cuando nos colisionamos con un ser tan especial como PADRÓN MACHÍN, nos saturamos de cierta y extraña felicidad, de enriquecido orgullo y rutilante alegría!

¡Hoy, aquí, en <GOMERA ACTUALIDAD>, he querido recordar, de una forma determinada, concreta, la satisfactoria remembranza de un individuo, cuyos actos y periodísticas tareas, perennemente, quedarán grabadas en el esclarecido mito de nuestro legendario y dilecto Pueblo!

¡Alzo los fisgones ojos a las oteros, intentando contemplar en el azul del cielo, entre sus algodonadas nubes, unas bulliciosas espirales de flotantes arabescos, pudiendo imaginarme que este buen colega de la sencillez, todavía, deberá dedicarse a soltar esas vistosas bocanadas de endémico humo que aún suspiran por salir a raudales, en el flemático encendido de sus muy acariciados cigarrillos!

ADMIRABLE PALADÍN,

EN CRÓNICAS DE RAZÓN:

¡ESTE NOMBRE DE MACHÍN,

NUNCA JAMÁS, TENDRÁ FIN,

EN GOMERO CORAZÓN!