Un hombre llamado Marcelo

Triste es cuando la vida pública de nuestro país, singularmente la esfera de la política, no nos ofrece un personaje atractivo del que escribir, hablar o debatir, pero ese es el triste páramo en el que nos hallamos. 

Dos testimonios recientes de mujer como son el de la escritora Carmen Posadas y el de María Blanco, presidenta de la Fundación Francisco Umbral,  y viuda del escritor,  que llevó a la primera a declarar que los que mas echaba de menos de la época en que compartía su vida con Mariano Rubio era  “a la gente con curiosidad intelectual, incluso los políticos eran muy distintos a los de ahora, ahora el nivel dialéctico es espantoso.” Por su parte, María España decía que “los políticos de hoy no se pueden comparar  a los de nuestra época, Lo mismo los d derechas que los de izquierdas erran políticos muy valiosos, serios, cultos, preparados y que hablaban correctamente. Algunos ahora, no.”  Y en mi opinión, que María España se quedó corta. El nivel intelectual de la gran mayoría de los que dicen representarnos es sencillamente pavoroso, aunque justo es reconocer que no es un problema exclusivo de España, pues fuera también cuecen habas, y si no fíjense en un Boris Johnson, por ejemplo.

 

Y quizá porque llevamos mas de diez meses, hablando de una dichosa pandemia y eso es muy aburrido o porque no se ha visto ni responsabilidad en la gestión de  estos momentos tan críticos en quienes nos gobiernan, ni en los que ejercen la oposición, que uno parece obligado a mirar hacia otros vecinos en busca de otras formas de gestionar la cosa pública. Uno de esos vecinos entre otros es Portugal. 

 

Tengo gran estima por nuestros hermanos Portugueses, y por ese país, en muchas facetas admirable. Esa admiración se ha ido fraguando en bastantes viajes, al menos hasta el comienzo de la pandemia, y en interesante conversaciones con el paisanaje local en cada una de esas visitas. Cada uno tiene sus filias, y estas muchas veces se basan en el conocimiento del lugar y de lo que a nosotros nos parece representativo de su población, su cultura y su idiosincrasia. Seguramente por el gran conocimiento que tiene del idioma Francés, hasta el punto de  hacer de la enseñanza de este su profesión, pero también por su conocimiento de la literatura y la cultura francesa, y porque ha visitado y vivido en Francia, es la base de la admiración que mi amigo Óscar Mendoza siente por esa gran nación, y en verdad nuestros vecinos pirenaicos tienen mucho por lo que ser admirados.

 

Sin embargo, yo me siento mucho mas cercano de nuestros vecinos Portugueses, no me pregunten el porqué, pero quizá sea porque pese a que Canarias, aunque no tenga una frontera inmediatamente adyacente como ocurre con la península ibérica y nos separe el océano, el que este sea el Atlántico, ya es algo que tenemos en común, puesto que nos ha condicionado historia y culturalmente. Y siendo vecinos en la misma Península, a las costas las baña el océano Atlántico y a otras el mar Mediterráneo, lo que  ha determinado dos sociedades ibéricas que siendo vecinas han vivido muchas veces una de espaldas a la otra y viceversa. Tal es así, que muchas veces estamos mejor informados del Brexit o de las elecciones en los Estados Unidos que de las elecciones portuguesas, quedándonos, sobretodo las segundas, bastante más lejanas.

 

Y por esa lejana razón, y por las cualidades de la persona, quizá no hayan tenido noticia de que muy recientemente, en el primer mes de este año, se han celebrado elecciones presidenciales en Portugal y que el personaje que hoy nos ocupa ha sido reelegido como presidente de la república Portuguesa en primera vuelta y por una holgada mayoría, pese a la fuerte abstención que vino condicionada por esta segunda    o tercera ola epidemiológica, pues ya no sabe uno ni en que fase está) y en el país vecino lo han venido pasando tan mal como nosotros y pese a que durante la primera ola Portugal  fue uno de los pocos países que gestionó mas correctamente y con las cifras de contagios y de muertes mas bajas de nuestro entorno europeo y mundial. 

 

De Marcelo Nuno Duarte Rebelo de Sousa se ha escrito que es el único portugués que no necesita apellido, tal es la cercanía del presidente de la república, como para que en todo Portugal se le conozca por su nombre de pila. Una breve semblanza biográfica nos dice que este buen hombre nació un doce de diciembre de mil novecientos cuarenta y ocho en Lisboa, hijo de Baltazar antiguo gobernador colonial de Mozambique y ministro salazarista y de María das Neves, asistente social. Empezó sus estudios de Derecho en la Universidad de Lisboa en 1966, que finalizó con una nota media de diecinueve sobre un máximo de veinte para doctorarse con sobresaliente “cum laude” posteriormente en ciencias jurídico-políticas en 1984.

En 1992 obtuvo la Cátedra y ha ejercido cómo docente en las principales asignaturas del área jurídico-político. Tiene un curriculum extraordinario como profesor universitario, pero también como fundador y director de los periódicos “Expresso” y “Semánario”. Ha realizado análisis político con carácter regular desde los años sesenta en prensa escrita y en radio y televisión, donde su estilo directo y cercano le ha hecho llegar a las familias portuguesas el conocimiento de sus instituciones políticas. La experiencia periodística unido a sus conocimientos jurídicos le llevó a ser miembro de la comisión que elaboró la primera ley de prensa.

 

Y aunque se podrían rellenar muchas páginas con su extenso curriculum, y los avatares de su carrera política lo más interesante de la vida pública del actual Presidente de la república Portuguesa es su enorme popularidad en el país vecino. Cuando abordamos ese tema, que a su vez ha dado para escribir algún libro y hasta alguna tesis doctoral, y suponemos que de las de verdad, y no como otras, encontramos que lo que mas define al profesor Marcelo es su cercanía.

Ya era cercano a través de sus análisis políticos en la televisión, tarea a la que renunció cuando se presentó a las elecciones, pero esa calidez y empatía con los que sufren, le ha llevado a una mayor popularidad una vez que ya había “pisado moqueta” como suele decirse de la pérdida de contacto con la realidad que suelen sufrir los gobernantes.

En 1916, llegó andando hasta el parlamento para ser Presidente de Portugal. Había ganado las elecciones con el cincuenta y dos por ciento de los votos y un gasto de ciento cincuenta y siete mil euros, lo que suponía tres veces menos que la candidata del Bloco de Esquerda, con sólo siete colaboradores en la campaña, sin mítines, sin maquinaria partidista, ni banderolas, carteles, pancartas e himnos y toda la parafernalia. Se había comprometido a ser austero y no cargar sobre las espaldas del sufrido contribuyente con unos dispendios innecesarios. ¡No me digan que no sienten un poquito de sana envidia!

 

En los trágicos incendios de octubre de 2017, hubo una foto que dio la vuelta al mundo:  Marcelo abrazaba y daba consuelo a un compatriota que había perdido todo por el fuego y lloraba desconsolado. Contemplar esa empatía con el que sufre, ese calor, cariño, comprensión es lo que engrandece a una persona que ya es de por sí grande, y bueno, si nos ponemos a hacer odiosas comparaciones con quien va a visitar el escenario de la tragedia de unas riadas e inundaciones desde un helicóptero, pues sale muy mal parado tan etéreo ser.

Por esa y por otras razones a Marcelo se le llamó el candidato de los afectos en 2016  después el Presidente de los afectos. Su buena disposición a abrazar, besar y dejarse fotografiar con todo el que se lo pide, hasta el punto de que se dice, en broma, que todo portugués tiene un “Marcelfie”. Además como el presidente ha declarado con unas dosis de realismo encomiables: 

“La gente sabe que no les puedes solucionar sus problemas particulares. Pero un momento de consuelo no cuesta dinero, ni tiempo. A veces, las personas solo necesitan un abrazo, que las escuchen” 

 

Durante esta ultima campaña electoral se supo que Marcelo había contraído el condenado virus a través de un colaborador cercano y cuando recibió la confirmación de la segunda PCR, permaneció aislado, en cuarentena, trabajando en el Palacio de Belem, donde por cierto, no vive normalmente, pese a corresponderle como Presidente de la república, pues sigue viviendo de alquiler en Cascais, en cuya playa es frecuente verlo bañarse y ende ha salvado a dos bañistas de perecer ahogados.

Nuevamente le viene a uno a la memoria cuando hace diez meses cierto ministro saltándose la cuarentena, acudió a un Consejo de Ministros, poniendo en peligro a todos los asistentes al mismo. A parte del poco respeto que le deben merecer sus compañeros, sería por que se considera imprescindible, o desconocía las posibilidades de las comparecencias por videoconferencia. 

 

En palabras de un ciudadano portugués, Pedro Aquino “a Marcelo todo el mundo le quiere en Portugal, no solo porque es muy brillante en términos de conocimiento e intelecto, sino también porque su personalidad es carismática y es muy cercano a la gente de país.Hay muchas fotos de él en la playa hablando con todos”

Esta capacidad dialogante y no menos importante en la personalidad de este hombre, le caracteriza también desde la institución que representa y pese a que tiene capacidad de veto de las disposiciones del ejecutivo, y aún habiéndolo ejercido once veces, jamás ha llegado al conflicto jurisdiccional constitucional. Ha reenviado el proyecto de ley para su revisión  y estudio mas detallado por el legislativo.

 

 

Ese talante dialogante y conciliador tuvo que ser especialmente importante después de 2016, cuando el gobierno de la “geringonça”, es decir el galimatías que tuvo que producirse en un gobierno en el que participaban socialistas, comunistas, verdes y el bloque de izquierdas. A pesar de las mas que posibles diferencias ideológicas entre un presidente de la república de un partido de centro derecha que engañosamente se llama partido socialdemócrata, parece que hubo una coexistencia pacífica que ya hubiéramos querido para nosotros con unos gobernantes volcados en dividir y crispar.

 

Y así es el hombre sencillo, cercano, empático, sobrio, sereno, intelectualmente sano, sin narcisismo, ni soberbia, que no se llena la boca queriendo parecer muy sensible socialmente hablando, y que practica un humanismo cristiano en su día a día, que le hace un político como todos deberían de ser, quizá el sea un precursor de la política del mañana.¡Ojalá! Y ahora, no me digan que no tenemos mucho que envidiar y aprender de nuestros vecinos.