Menestra de garbanzas y garbanzos negros

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Cualquiera con “muchas ganas y una idea básica del país” puede llegar a presidente del Gobierno.

He leído un artículo sobre educación en el que se resalta el hecho de que aunque el abandono escolar temprano en España está disminuyendo desde los últimos once años, aún sigue siendo el más alto de Europa.

Con relación a estos datos, más de la mitad de los profesores españoles considera que la tendencia no solo no ha cambiado sino que incluso ha aumentado en la última década, según de desprende del “IV Informe Young Business Talents: La visión del profesor”. En este documento sobre jóvenes talentos empresariales, los profesores sitúan como primera causa, entre varias, con una incidencia del 55,5 por ciento sobre la totalidad del abandono escolar, a la perdida de la cultura del esfuerzo y la tolerancia ante las frustraciones. No es de extrañar. Sería muy interesante que un experto como mi amigo y compañero de columna de opinión Óscar Mendoza nos ilustrase al respecto.

La realidad es que desde hace mucho tiempo se ha venido trabajando duro en socavar una cultura del esfuerzo, que a nuestros padres y abuelos les costó sangre, sudor y lagrimas adquirir, entre otras cosas, porque  pasados los llamados “felices veinte” del siglo pasado, aún les quedaba por vivir una guerra civil, sobre todo, y la segunda guerra mundial aunque nuestro país no participase ni en la Gran Guerra, que asi se llamó a la primera guerra mundial hasta el año mil novecientos treinta y nueve. Lo cierto, es que antes, durante y después de esa Gran Guerra también hubo una epidemia, la de la mal llamada “gripe española” y muchos millones de muertes como consecuencia de la epidemia, de la guerra, y de las hambrunas que tampoco faltaron. 

Probablemente por esa razón, nuestros padres y abuelos que sufrieron en carne propia las privaciones y los trabajos duros, que les vamos a contar a ellos sobre cultura del esfuerzo y tolerancia al fracaso. Nuestras quejas ante el confinamiento y las restricciones a la movilidad que ha traído el estado de alarma, no podría ser contemplado por nuestros predecesores sino como un síntoma de debilitamiento de la especie.

En este sentido, cuando mi novia mira esas terrazas y eretas, hoy abandonadas, que ves en cualquier risco de La Gomera, siempre me recalca la fuerte selección genética que tuvo que haber en nuestra tierra. Cuando cultivar y cuidar esos “pizcos” se hacía a base de subir y bajar mucho risco cargado y sin mas vehículo “pick up” que el burrito o la mula.

Grandes nuestros padres y abuelos. Quizá por todo ese esfuerzo, y porque no decirlo, por todo ese amor, quisieron que no pasásemos por lo mismo. Y en su éxito, también estuvo nuestro fracaso: Nada hay que reprocharles por querer un futuro mejor para sus hijos, como tampoco podemos tener queja del bienestar adquirido, pero como somos animales de costumbre nos hemos acostumbrado muy fácilmente a la vida cómoda, a la vida muelle y de ahí a no valorar que  las cosas que realmente valen la pena, no se adquieren sin esfuerzo.

 

Y como la cultura del esfuerzo, no puede valorarse en su justa dimensión, si alguien no te la enseña y demuestra; cuando las generaciones a las que se les dio todo, y ese “todo” parecía no haber costado “nada”, llegaron sin merecerlo a cotas de poder, que por méritos y capacidad no hubiesen alcanzado en toda su vida, por eso hemos llegado a los niveles de ignorancia, incapacidad, incompetencia, ineptitud de las que nuestros gobernantes y la oposición a estos hace gala, bien trufada de soberbia.

La tendencia a la mediocridad de los dirigentes es directamente proporcional al del aumento del fracaso escolar. Esta ausencia de cultura del esfuerzo lleva larvándose en la sociedad española mucho tiempo, pero por acotarlo en el tiempo, algunos de ustedes recordarán a aquel ex-presidente del gobierno que declaró: 
Cualquiera con “muchas ganas y una idea básica del país” puede llegar a presidente del Gobierno. “Eso ensalza la democracia. Todo el que cuente con apoyo de la ciudadanía puede serlo”, independientemente de su cualificación. La democracia no es una “oposición”, ni una “meritocracia”ni una aristocracia.

Pues bien, de todas estas aseveraciones, casi todas son una falacia. De hecho la única aseveración que parece acertada es la de que “con muchas ganas”, es decir con mucha ambición, se puede llegar a presidente del Gobierno. Todo lo demás es una falacia, empezando porque ni él mismo sabía diferenciar país de nación, ni se podía ensalzar la democracia porque se tuviese el apoyo ciudadano. De ser así, Hitler hubiera llegado por el apoyo ciudadano para ensalzar la democracia, cuando llegó por el apoyo ciudadano para acabar con la democracia. 

Y sin embargo, pese a esa colección de falsedades, este ex-presidente ha creado escuela, y para ello no tienen sino que mirar hacia la cúspide departamental del gobierno de España. Recientemente, por ejemplo, ha sido motivo de burla en las redes, el paupérrimo uso de la lengua española del que fue “proponido” por Unidas Podemos, y aceptado como ministro de Consumo quien también en la misma entrevista dijo que “hemos puesto de manifestación”. Joyas.

Y es que no da igual, ni igual da, que la ministra de Igualdad y su cohorte de “cheerleaders” o animadoras de fiestas de cumpleaños y sus altos cargos-niñeras, sean unos ñiquiñaques, porque esas precaristas ministeriales nos salen demasiado caras a los contribuyentes, como para que por su falta de preparación, por su analfabetismo jurídico y funcional, y por su indigencia intelectual nos hagan unos bodrios de leyes que no solo carecen de técnica jurídica, sino que además son aberrantes por cercenar derechos y libertades como recientemente les han puesto la cara colorada los miembros de Consejo General del Poder Judicial, ¡por unanimidad!. ¡Y mira que es difícil en un órgano tan politizado!Pero es que esa Ley llamada del “sí es sí” que ha pergeñado la magistrada y delegada del Gobierno contra la violencia de género y ex-diputada de Podemos y todas las cheerleaders de la ministra es un verdadero escándalo.

Había que oír al actual Vicepresidente del gobierno, cuando criticaba por “falta de preparación” a Ana Botella por ser “mujer de” Aznar, cuando esta tiene ganada una oposición desde los años setenta como Técnico de Administración Civil del Estado, y ha desempeñado como tal, mérito que ni él, ni la ministra de Igualdad han alcanzado. Se ve que criticar la manifiesta falta de preparación de la ministra de Igualdad, sin mas mérito que ser “mujer de” es de machistas, mientras que en el caso de la mujer del ex-presidente está justificado por ser de derechas y además funcionaria de carrera.

Si con estos “ejemplos” pretendemos hacer un país mejor, vamos por mal camino. La democracia no consiste en poner en el parlamento acreditados garbanzos negros, ignorantes supinos, analfabetos rufianes y garbanzas podridas. Así solo conseguiremos una menestra garbancera, eso sí digna de un establecimiento penitenciario, como se esta viendo venir.

Habrá que insistir mucho más en cultura del esfuerzo, y eso se hace rescatando lo mejor de las enseñanzas, no solo de nuestros ancestros, sino de los que han sido además nuestros mejores maestros y profesores.