El invierno de nuestras vidas

En mi cita quincenal con los lectores de Gomera Actualidad hoy mi escrito va sobre el invierno de nuestras vidas, lo que viene a ser la vejez.
 

Hoy hago un balance superficial sin entrar en muchos detalles sobre mi andadura por este valle de lágrimas al que decimos vida.
“Tiempo que transcurre desde el nacimiento de un ser hasta su muerte o hasta el presente actual”
Cada año que se va, sé que es uno más vivido y uno menos que me queda por vivir por eso prefiero pasar por la vida y que no sea esta la que pasa por mi lado sin pena ni gloria.

El edadismo está presente las veinticuatro horas del día y quienes lo promueven son pobres infelices que se piensan que los años para ellos no pasan, se creen los reyes del mambo…pero la vida pasa en un suspiro.
"El edadismo surge cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas por atributos que ocasionan daño, desventaja o injusticia y menoscaban la solidaridad intergeneracional.

Cada cultura tiene actitudes distintas hacia la edad y el envejecimiento pero ninguna está exenta de prejuicios sobre la edad. Hoy sabemos que la mitad de la población mundial es edadista contra las personas mayores".

A mis años biológicamente soy considerada para los demás como una mujer mayor; pero las consideraciones de los demás me la traen al pairo, mi edad biológica no concuerda con mi edad mental, ya que me siento joven, actualizada, de ideas progresistas, la involución no la soporto y más cuando son los jóvenes quienes en muchos casos la apoyan. Pienso que no conocen la historia ni cuanto sufrieron nuestros padres y abuelos para llegar hasta aquí, pero esto daría para mucho tema y no es el caso de hoy.

Como anteriormente decía soy una sesentañera que pronto dejaré de serlo para pasar a ser una setentañera consciente de lo que esto significa pero viendo siempre la jarra medio llena. No soporto a las personas negativas, las pesimistas, las que se quejan por todo, si llueve porque llueve, si hace sol porque hace sol, las que cuando ven a una persona enferma ya la están enterrando antes de tiempo (la gente morbosa no la soporto) a estas personas las considero toxicas y cuanto más lejos mejor.

Una ventaja de cumplir años es que, al menos yo no me callo una, no soporto a los hipócritas y a los bien queda; de más joven era más diplomática y me callaba para no ofender, pero a estas alturas de mi vida lo hecho todo para afuera y a quien no le guste que se aparte no vaya a ser que le salpique.

Aunque me sienta mentalmente joven sé que físicamente tengo y tendré cada día más limitaciones… ¿o no, quién sabe? 
Ejemplo, ahora no puedo, ni debo subirme encima de taconazos imposibles porque mis juanetes protestan, por cierto, los juanetes salen por usar taconazos y zapatos de puntera estrecha; mis piernas y pies cansados de tanto caminar y saltar obstáculos también me están pasando factura.

Las ventajas e inconvenientes de ser casi setentañera son muchas:

El peaje que tengo que pagar por llegar a esta edad es que voy perdiendo lozanía, el imperio romano se viene abajo, el cuello, las manos y los brazos se transforman. He pasado a tener cuello de pelícano, los brazos ahora parecen aletas de tiburón y las manos que antes lucia bien guapas y tersas ahora se van surcando de arrugas, pero eso sí, no han perdido la costumbre de acariciar o de soltar un mamporro, según las circunstancias.

Pero las ventajas son muchas si se tiene la cabeza bien amueblada y en vez de ver todo negativo, aprovechamos para sacar lo mejor de esta etapa de la vida que es la antesala del invierno de la misma, (el ocaso) que está a la vuelta de la esquina.

Es hora de vivir cada minuto como si fuera el último de mi existencia; por lo tanto si me apetece bailar en un charco, vestir no acorde con lo prestablecido, reír hasta que me duelan las costillas, decir lo que me sale en ese momento, reunirme con amigas/os a festejar que estamos vivos, pero sobre todo seguir siendo yo, con mis defectos (que son muchos) con mis virtudes, (alguna tengo) pero siempre siendo yo. Lo que piensen los demás no me importa, no tengo sentido del ridículo, si lo tuviera no viviría por el que dirán y la verdad que la opinión de los demás, ni me da de comer, ni me viste ni me calza. 

Lo que no soporto es esa condescendencia que utilizan la mayoría de los que se piensan que ser mayor es igual que ser idiota. Ese modo de hablar a los mayores como si no comprendieran las cosas, esas personas que se asombran si los mayores tienen novio o novia a pesar de los años; o esos que piensan que los mayores son asexuados como los (ángeles), y no digamos los que quieren decidir por ellos y los tratan como a niños; pero eso sí, para vivir a costa de la pensión de sus padres andan todos muy listos y para llegado el caso meterles en una residencia para que no den la lata y olvidarse de ellos hasta que estos la palmen también. Y lo más vergonzante es que cuando los padres mueren los hijos se pelean por la herencia de los que en vida no miraron para ellos. La falta de humanidad y los intereses en beneficio propio es el pan nuestro de cada día.

A mí lo que me preocupa no es los años que cumplo, lo que me quita muchas veces el sueño y merma mi salud es el futuro incierto de nuestro hijo cuando se quede solo en el mundo.

Las leyes en vez de dar facilidades a estas personas vulnerables, hacen todo lo contrario, lo lían de tal manera que hay que saber de leyes para desenmarañar la madeja burocrática que hace que la vida que de por si es complicada, nos la compliquen más todavía.

Este 2023 por motivos que no viene a cuento, no ha sido un año bueno para mí.

Además se han marchado para siempre personas que apreciaba; otra persona a la que quiero ha estado muy enferma, afortunadamente va mejorando.

El 28 de diciembre nos ha dejado Sammy después de estar 18 años formando parte de mi núcleo familiar; y aunque para la gente era solamente un gato, para nosotros era un miembro más de nuestra familia, al que adoraba y quería. 

El 2024 tampoco lo he empezado con buen pie y me temo que no va a traer sosiego ni esperanza de que las cosas vayan a mejor.
Soy optimista por naturaleza pero eso no quita para ser realista.
Ojalá me equivoque pero...

Yo siempre me guio por lo que me dice el corazón. No sé si es lo mejor pero así hago.

Sin embargo en temas prioritarios para mí me guiaré por lo que me indique el cerebro, sé que es más frío pero debo mantener la mente fría para discernir adecuadamente que es lo más conveniente en decisiones que tendremos que tomar.

Soy muy intuitiva y la verdad que la intuición nunca me falla. Se dice que intuición es «conocimiento claro, recto e inmediato de verdades que penetran en nuestro intelecto sin necesidad de razonamiento».

Pienso que me voy a fiar de mi intuición, porque nunca me ha fallado, es como un sexto sentido que unas veces me dice: No te fíes de las apariencias porque casi siempre engañan.

Y otras: Lo que has pensado a cerca de tal o cual persona, has acertado de lleno.
Personas buenas siempre hay, lo que ocurre es que hay que dar con ellas.