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martes, 16 de abril de 2024 14:56h.

A burro muerto, la cebada al rabo

JOSE ANDRES MEDINA OPINION
Tendendes somos, aunque queramos negar la evidencia, que cuando la “señora de la guadaña” nos invita a acompañarla, los que aún pueden libres del convite, se enfundan los selectos trajes de la hipocresía y profieren mil y un halagos al infortunado convidado.

Decía Eurípides que: “Quién sabe, puede que la vida sea la muerte, y la muerte, la vida”. Un interrogante que, según quien lo reflexione basado en su transcurrir cotidiano contestará de una u otra manera y es que, para los absolutamente afortunados, que en el transcurso de la existencia logren atesorar todas las aspiraciones mundanas que el ser humano, por su condición anhela, la respuesta es obvia como, la contraria para los que no.

Para estos últimos, los que en vida y pese a sus más que destacados dones, capacidades o hechos que pudiesen ser merecedores de alabanzas, la muerte se convierte para ellos en esa vida que, de pronto, les regala lo que “per se” y con su indiscutible buen hacer no lograron.

Junto a su féretro, mirando su cuerpo inerte, despojado de todo aquello que le hacía ser quien era, vendrán aquellos que, vestidos con sus selectos trajes de hipocresía e ignorancia, a proferir toda suerte de halagos y elogios que le harían ruborizarse, si les oyera.

Jesus Quintero, gran Periodista y mejor Comunicador recientemente fallecido, es el claro ejemplo de como esta sociedad nuestra, “da la vida” cuando mueres y “te mata mientras vives”. A él, que le cerraron programas y le condenaron con la peor de las penas que se le puede imponer a quien su existencia es la palabra. A él, maestro de las preguntas y los silencios, se le calló la voz mucho antes de su obituario.

Ahora, desmemoriados todos del agravio cometido, muchas de las Cadenas, Medios y profesionales que nada hicieron para enmendar el daño, se jactan de ensalzar su figura, de encumbrar su trayectoria y sin tan siquiera sentir el más pequeño reparo, señalarlo como “Creador” de escuela.

Cierto es que el sabio proverbiario o sabiduría popular, ya tiene mas que definido con los mismos, cada momento o situación y, en este caso, si el Maestro pudiese por un instante romper su silencio impuesto, con su particular mezcla de afirmación e ironía, aderezado de un corto silencio, diría aquello de: “A burro muerto, la cebada al rabo”