Nuestra mortal presencia sobre este dilatado mundo, es algo muy parecido a una perturbada estampida sobre el abierto Reloj del Tiempo, y, una vez que se nos paralice o, definitivamente, salgamos de él, será lo que indistintamente, captarán por entero, tanto los desamparados necesitados como los fastuosos ricos.
Por una de esas puras casualidades que a veces suelen presentársenos, esta misma mañana, después de haber abierto mi “computadora”, (popular denominación que se me ha fijado, desde la muy recordada estancia en hispoanoamérica, a lo que nosotros, comúnmente solemos conocer como